Los jardines de la agrónoma

13 nov 2016 / 11:41 H.

A la media de hora de conversación le digo a Mar Cuevas León que no la veo como una empresaria agresiva, dura, con instinto tiburonero, dispuesta a pasar por encima de todo para triunfar y crear un imperio. Sonríe (de hecho lo hace durante todo el encuentro) y responde sin eludir la cuestión.

—“El imperio lo voy a montar. Llámame dentro de un año y verás...”.

Lo dice con tanta seguridad como rechaza ese perfil. Por el contrario, se define profesionalmente como “cercana y multifacética”, porque “hago de todo”. Ni dura, ni implacable, ni sin escrúpulos. Es tajante y lamenta la “mala fama” que persigue al empresariado. Hago la observación de que muchos se lo han ganado a pulso y está de acuerdo, pero los reivindica como empleadores, que asumen riesgos, y subraya con énfasis el papel en el desarrollo económico y social de los pueblos que tienen los empresarios; la mayoría, insiste, antes de coincidir también en que pagan justos por pecadores. Es ingeniera agrónoma, especialista en diseño de jardines, licenciada en Ciencias Ambientales y decoradora de interiores.

Nació en Linares y creció detrás del mostrador donde se atendía a los clientes en la empresa que creó su padre, Antonio Cuevas Corral, con su madre, María León Ortiz. Zalema es el nombre de la empresa y se dedica a la venta al por mayor, a profesionales y a particulares, de artículos de decoración y muebles. Casas, oficinas, comercios o eventos. Mar Cuevas y su equipo tocan todos los registros donde hay espacios que decorar. Y esta empresa que se fundó en Linares en 1982 está en la encrucijada, sobre la pista de despegue, para dar el salto hacia otra dimesión y dejar de ser una pyme. Mar es su gerente y confía en ello, está convencida que que lo van a conseguir. El plural tiene que ver con los otros tres socios de la firma: su hermana Pilar, su cuñado, Antonio Catena, y su marido, José Antonio Sánchez. El empeño y la estructura siguen siendo familiares, un sello muy de Jaén.

Además de Linares, están en Jaén, La Carolina (donde además tienen el almacén central) y Madrid. A corto plazo llegarán dos nuevas aperturas,una en la zona centro del país y otra, en Andalucía. Mar habla también de su propia creación, Zalema.es, la tienda virtual que ya tiene velocidad de crucero y de la que está especialmente orgullosa, tras explicar que todo lo demás lo montaron su padre y su madre.

Un padre que es su gran referencia en los negocios y en su educación, junto con su madre. “Nos dieron toda la libertad, en el marco de una familia tradicional como la nuestra, para estudiar y trabajar en lo que quisiéramos”, asegura Mar con otra sonrisa. No la condicionó para dedicarse al negocio familiar. Era muy buena en matemáticas y eligió estudiar Ingeniería agrónoma en la Universidad de Almería porque tenía la especialidad de Diseño de jardines. Ha trabajado en ello, pero en menor medida que en la decoración. Durante una década se dedicó a la enseñanza sin perder el contacto con la empresa familiar. Dio clases en institutos y cursos en su Universidad, enseñando dibujo técnico, física o química. Y se licenció por la UNED en Ciencias ambientales. ¿Por qué?

—“Uno de mis retos. Soy así”.

Es vitalista, se siente segura de sí misma, tiene las ideas claras, muy buen talante, conversa entre sonrisas y sabe tratar a la gente como si no fueran clientes, sino amigos. Observo cómo atiende a una familia que va a inaugurar una tienda. Sonríe siempre sin estridencias, acompaña sus explicaciones con movimientos pausados de sus brazos y manos; sugiere, no impone. Cierra el pedido y me atiende en la sala de reuniones que Zalema tiene en su almacén central de La Carolina. Mesa amplia, sofá sobre el que cuelga una sencilla composición de cuadros de vivos colores y un pequeño servicio para tomar café.

Es ahí donde cuenta su historia, la de su familia y la de su empresa. Solo se le humedecen los ojos (unos segundos) cuando recuerda la muerte de su padre, en 2011. Su madre se jubiló hace dos años. Mar es la gerente de la empresa, aunque insiste en que la dirección es colegiada entre los socios: su hemana, su cuñado y su marido.

—“Lo importante es que cada uno tengamos claro cuál es nuestra función, eso es fundamental”.

Su cuñado lleva quince años en la empresa. La incorporación de su marido es más reciente. ¿Cómo fue?

—Le dije que lo necesitaba, casi susurra Mar–. José Antonio es ingeniero industrial y dejó su trabajo para incoprorarse a Zalema.

La empresa, desde su fundación, sostuvo su crecimiento hasta el año 2010. Además de en Jaén, tiene puntos fuertes de negocio en Sevilla y Málaga, relata Mar, y en el resto de Andalucía. La demanda les hizo abrir en Madrid y el negocio extiende su clientela por toda España. Incluso, a título de inventario, vende en países como Cabo Verde. Tuvo una importante actividad de importación para proveerse de productos singulares: India, países asiáticos, Brasil, Méjico o Indonesia eran punto de partida de contenedores con destino a Jaén, con puerto de entrada en Valencia.

—“Tenemos el mayor número de referencias de nuestro sector en Andalucía”, comenta, satisfecha.

Cesó la actividad importadora cuando tuvieron mejores precios en el mercado nacional, en los años de la crisis. Y ahora van a reiniciar la importación: de Asia quieren, de nuevo, productos para la decoración. Y de los países del este europeo traerán cristal. La clave de la marcha de Zalema está en el buen precio y en la calidad. Lo hacen posible manejando un importante volumen de productos que satisface una demanda muy variada. Hay para todo y para todos.

—“Desde una lámpara imperio de hasta 400 euros, hasta una espátula de bambú de 2”, apostilla.

Van a seguir creciendo y preparan el gran salto. Es el reto y Mar está segura de conseguirlo con su familia y el equipo de trabajadores.

—“Nos conocen más fuera de Jaén que dentro, es así”, sentencia, para explicar que la provincia tiene una marca de referencia en este sector. Y otras cosas.

¿Cómo ve Mar Cuevas a Jaén?

—“Cuando empecé a viajar por el negocio y vi otros países me di cuenta. No sabemos valorar lo que tenemos”, explica.

Y suelta con naturalidad una reflexión sobre los jiennenses y el negocio al que se dedica.

—“Aquí, a la gente le gusta tener hogares, y no casas...”.

Y se define también sin necesidad de grandes aspavientos.

—“Soy transparente, no voy de pose, no soy una supermujer que puedo con todo, soy muy normal”.

Dice que la vida le ha tratado bien: “Tuve unos buenos padres, una buena hermana y un ángel que es mi marido”. Se reivindica como mujer empresaria, no obstante, pero tampoco echa mano del discurso de manual: “A mí no me ha costado ni más ni menos que a un hombre”. Destaca que, en la empresa, el 70% de la plantilla la forman mujeres y que su gran referente, su padre, siempre “reivindicó en su trabajo el papel de las mujeres”. Y ella procura estar a la altura de su legado y crear siempre“un entorno agradable con todos en la empresa”. ¿Relevo generacional asegurado? No lo sabe, pero pronuncia un ¡ojalá! supeditado a la libertad que tendrán sus herederos para elegir el camino que quieren seguir.

De momento comparte con su hijo Álvaro, de nueve años, sus aficiones favoritas. Viajar es una de ellas, y hacerlo para ver museos y espacios dedicados a la ciencia.

—“De memoria conocemos el Parque de las Ciencias o Dinópolis”, explica, complacida.

A madre e hijo les encanta la vida de los animales y a falta de otras experiencias, han visitado todos los zoológicos que están en sus rutas de viajes programados. También la geología, que propicia otro tipo de viajes y vivencias. Es lo último que me cuenta antes de volver a atender a los clientes. Se nota la cercanía de la Navidad. No es una supermujer, dice. La vida la ha tratado bien, afirma. Sigue siendo, por principio, aquella chica que estudió Agronomía en Almería porque quería diseñar jardines.