“Siento como si ellos me conocieran desde siempre”

La cooperante jiennense narra su experiencia con los niños en la República Centroafricana. Evoca los juegos compartidos con los menores, que tienen que andar unos cuantos kilómetros para poder acudir al colegio más cercano

16 oct 2016 / 20:52 H.

Buenos días, Jaén. Podríamos empezar así mi tercera semana desde que estoy en Africa y es la parte más difícil de contar, ya que el tema de hoy deseo enfocarlo en los niños.

El pasado y el futuro de un pueblo cuya situación educativa está marcada por el analfabetismo, con gran cantidad de niños sin escolarizar, estando la mayor parte de ellos durante el día vagando por las calles y con ropas mugrientas y aburridos de sí mismos. Su crecimiento infantil lo pasan junto a sus casas debido a la cantidad de vegetación que se encuentra alrededor de las ellas, que son como chozas de una circunferencia de un radio interior a 3 metros y la mayoría son redondas y muy oscuras, ya que no tienen ventanas y respiran por el techo, que está hecho de hojas de palma secas. Su interior tiene en el centro unas piedras para prender la mecha y cocinar, así como unos ovillos de ropa encina de unos catres que a la vez hacen de silla y de cama, para paliar el frío de la noche, ya que el clima es tropical de día y con bajas temperaturas por la noche.

Sobre las 5,30 de la madrugada es la hora marcada para despertar y andar unos cuantos kilómetros hasta la llegada al colegio, que empieza a las 7 de la mañana. Aquí en Africa el sol a esa hora brilla ya con gran resplandor. Algunos niños están hasta las 12 de la mañana sin desayunar y empiezan sus clases matinales comiéndose, los más afortunados, una naranjilla en la hora del recreo. En las clases se puede decir que se encuentra un gran número de niños y niñas llegando hasta el centenar en la misma hora de clase, incluso en los parvulitos. Las hermanas religiosas franciscanas apuestan fuerte por la educación, teniendo una ciefra de 1.500 niños escolarizados este año.

La jornada de juegos para ellos fue algo espectacular y jugar con ellos ha sido un motivo de gran alegría. Como ejemplo, un partido de futbol que marcaron hasta tres goles, así como un segundo juego en el que participaron chicos y chicas tirando de una cuerda con un lazo con la bandera de España y que marcaba el centro. Lloraban y reían a la vez al ver cómo las niñas arrastraban a los niños, ya que ellas tenían más fuerza y siempre ganaban. Al terminar, me cogí del extremo de los perdedores para ayudarles a ganar a los contrincantes. Saltaban, chillaban, se revolcaban y abrazan entre ellos, como si de ese juego dependieran sus vidas. El sol empezaba a calentar y dimos por finalizada la jornada matinal con esa ilusión. Se quedaron otros sin participar en esta afortunada mañana, ya que el profesor estaba enfermo y la directora del colegio decidió que ella misma organizaba los partidos de yincana.

La semana que he estado en el pueblo de Bakuma la recordaré toda la vida, ya que aprendí que uno puede ser feliz con una simple pelota o una cuerda y dar participación a los demás. Me he considerado privilegiada por disfrutar de estos preciosos momentos y hacer de una gota de agua un océano de felicidad para estos niños tan marginados por la sociedad. La miseria y la falta de motivación de los padres hacen que los jóvenes estén muy perdidos y todos ellos no dejaron de perseguirme para pedirme pelotas y camisetas y hasta los más pequeños se me acercaban y ponían una manita como si con el gesto les pudiese dar a ellos también su premio. Hubo momentos en que las lágrimas llegaron a salir de mis ojos. Por eso hago un llamamiento desde África por si alguna o algunas empresas le pica el gusanillo de hacer una buena causa de regalar pelotas y camisetas que les sobren y las destinen para estos niños, que sería como un regalo caído del Cielo, pues su jardín de infancia es la tierra del suelo donde están todo el día desnudos de arriba a abajo.

Por las fuertes lluvias hay una gran cantidad de agua y, por lo tanto, manantiales que están a ras de suelo y ahí está el peligro, pues los niños corretean junto a ellos. Hago un nuevo llamamiento a la Empresa de Aguas de Jaén para que se implique en canalizar con una buena bomba estos tan peligrosos manantiales, y por si tengo suerte en mi petición, le doy las gracias anticipadas.

El domingo estuve en la celebración de la Santa Misa y ya me gustaría que los sacerdotes españoles, con todo mi respeto, junto a los fieles tuvieran tanta implicación. Su duración fue de tres horas, y eso es lo habitual. Hay muchos cánticos con rítmicos bailes. Ofrecen cada uno de los asistentes y en una preciosa ceremonia van poniendo dentro en uns gran vasija situada en el centro, plátanos, gallinas, arroz, papaya , etccétera, y también donativos aquellos que pueden, y al final de la ceremonia se reparten entres los pobres de todas las edades, que esperan para recibir el regalo que su comunidad les ofrece. Este es otro gesto de generosidad y humildad. Hoy he aprendido tres cosas fundamentales como cooperante laica. Que mi labor aquí es como una gota de agua en el océano, aunque para ellos ha sido una gran alegría el haber estado atendidos; que la humildad no se compra, se regala, y que Dios está aquí, en las personas y yo me siento privilegiada de creer en Él.

Un gran abrazo desde Bangassou.