Un poeta de servilleta
Solo tenía una pasión, escribir. Y eso fue lo que hizo hasta su último día. Antonio Mata no se vendió a la política a cambio de éxito y, a pesar de estar marginado, continuó su labor creativa y conformó las bases de un libro que pronto verá la luz
Se consideraba un “poeta de servilleta de bar” porque, aunque era muy celoso de la privavidad de su obra, aprovechaba cualquier lugar para dejar volar la imaginación y valerse de una gran dosis de inspiración. Así creó un legado que, tras su muerte, ha vuelto a cobrar vida. Se trata del jiennense Antonio Mata, un hombre que hizo de la canción su voz y de sus letras, una armonía de sentimientos.
Su infravalorada carrera musical comenzó en locales universitarios, donde el cantautor tocaba al sentir una fuerte pasión por la libertad y la democracia en plena época de represión. “Cuando se fue a estudiar a Granada tuvo la necesidad de reflejar en sus escritos la situación que atravesaba España. Se rodeó del público universitario porque tenía el mismo sentir”, confirma Concha Rodríguez, su esposa.
Fue en 1968 cuando, en un concierto que ofreció en la Casa de América, en Granada, su vida cambió por completo. “Allí conoció a Carlos Cano y Juan de Loxa, que ya estaba inmerso en Poesía 70. Junto con Carlos Cano comenzó a componer algunas canciones. Era una de las maneras que tenía de aunar su pasión por la poesía y la música. Con el tiempo, se reunieron los tres para crear Manifiesto Canción del Sur, un colectivo de cantautores andaluces del que formaron parte Esteban Valdivieso, Nande Ferrer, Ángel Luis Luque o Miguel Ángel González, entre otros”, indica su viuda, que, además, añade: “No era una época fácil en nuestro país. Una vez, Antonio me contó que fueron a un recital de Lorca y que se tuvieron que esconder en coches para salir y no ser vistos por la Policía. Todos luchaban en la sombra por la libertad. Tuvo muchas canciones censuradas, y de otras se vio obligado a cambiar algunas letras”.
Pero Mata no desistió y, a pesar de las presiones políticas, luchó por su sueño e hizo de ese movimiento una oportunidad gracias a la cual publicó “Entre la lumbre y el frío”, un disco producido por Miguel Ríos. “Para Antonio fue un verdadero triunfo. Trabajar con Miguel Ríos fue para él muy importante. Juntos hicieron también la canción ‘Al Andalus’. Fue uno de sus mejores momentos”, declara su mujer.
Sin embargo, Mata vivió un contexto sociopolítico en el que no terminaba de sentirse cómodo. Su espíritu anárquico le impidió posicionarse a favor de uno u otro partido. Su esposa relata cómo transcurrió esa etapa en la que el artista sufrió su declive profesional: “Le ofrecieron bastante dinero para cantar en los mítines e ir con los políticos. Él se negó rotundamente. Puede ser que, si se hubiera acercado a algunos de ellos, hubiese triunfado. Pero él no quiso. Es cierto. Sufrió discriminación por ello. De repente, dejó de ser llamado”. Esta versión la ratifica su amigo el musicólogo Fernando González Lucini: “Ocurrió durante la Transición. Mientras Carlos Cano se hacía cada vez más conocido, a él lo marginaron. Fue una de sus peores épocas”.
La sorpresa fue la constancia inquebrantable que demostró el jiennense cuando, mientras todos pensaban que era el fin de su vocación literaria, renació de sus cenizas para demostrar que se equivocaban. “Nunca dejó de escribir. Le compuso un disco entero a Aurora Moreno, y también le hizo una al grupo sevillano Triana, titulada ‘Del crepúsculo lento nacerá el rocío’. Antonio se valía de cualquier medio para expresar lo que sentía. ¡Hasta en servilletas! Era un artista. No solo componía canciones y poemas sino que, también, dibujaba muchas de esas emociones. Así, ilustró algunas de sus creaciones. Yo lo sabía porque, de vez en cuando, le veía hacerlo y él me lo contaba. Algunas de sus composiciones me las dedicó y las pude guardar. Otras se las quedó él. Yo sabía dónde tenía todo ese material, pero no me dejaba tocarlo, para no desordenárselo. Era anárquico hasta para eso”, relata, emocionada, su mujer mientras contempla parte del legado del cantautor.
Durante todos esos años, Antonio Matas trabajó en secreto en una obra que, aunque no seguía ninguna línea argumental concreta, en sus deseos más profundos sí que existía la voluntad de unificar todas sus composiciones en un mismo libro. Su viuda confiesa sus ganas de publicar este tomo: “Fue una de sus voluntades antes de morir. Incluso, estando en el hospital le pidió a Lucini que, si mejoraba, tendrían que hacerlo. Pero Antonio era muy dejado. Es cierto que podía haberlo hecho cuando estaba bien. Incluso Antonio Oliver, gran amigo suyo, se lo propuso. Él siempre decía que ya lo haría. Era muy paciente. Creía que iba a vivir cien años. En realidad reconozco que propuestas no le faltaron, pero lo fue dejando y, claro, uno nunca se espera que le vaya a pasar nada”.
Aunque Antonio Mata falleció en 2014, fue su conversación con Lucini lo que dio la pista a él y a Concha Rodríguez de su legado. En esta línea, ella confiesa: “Unos días antes de que mi marido muriese nos llamó Fernando Lucini para decirnos que había abierto un blog de cantautores. Antonio le dijo que quería hablar con él para hacer un libro de poemas y que tenía mucho material. La pena fue que no le dio tiempo. Tras su muerte, se le hizo un homenaje en Granada y, allí, me encontré a Lucini. Él me contó la propuesta. Pasó un tiempo hasta que me sentí preparada para redescubrir este legado, que estaba guardado en casa. Al principio fue duro. Lloré mucho al volver a leerlo”. Su esposa reunió todo el material, le hizo fotocopias y se lo mandó a Lucini por mensajería. Mientras recuerda este momento, Rodríguez añade: “Sé que Lucini habló con la Junta de Andalucía y algunas instituciones, pero no encontró ninguna colaboración por parte de ellos. Después de unos meses lo llamé de nuevo para que me devolviera el legado de Antonio si no se iba a usar. Me dijo que lo haría, pero se le olvidó. Entonces, un día recibí una llamada suya. Me decía que había encontrado una manera de financiar el libro. Me contó la propuesta y me dijo que, si no me parecía bien, me reenviaría todo el material. Yo acepté porque creo que es una forma de homenajear su memoria y poner en valor su obra”.
Así nació una campaña de micromecenazgo a través de la cual son los voluntarios o consumidores finales quienes colaboran económicamente —para la edición de doscientos cincuenta ejemplares de “En la raíz del silencio”, el libro que recogerá todo su legado—, a cambio de algunas recompensas, como un ejemplar firmado, marcapáginas, postales con sus poemas o invitaciones a conciertos y presentaciones. De conseguirse la cantidad necesaria para su producción, Lucini tiene intención de crear un disco que musicalice sus poemas. “Queremos cumplir su voluntad”, concluye el musicólogo.
Decía de sí mismo que era “un peregrino de mil vientos y de un eterno vagar”, al menos así se definió en una de sus canciones. Y no se equivocaba. Los acordes de una guitarra le invitaban a cerrar los ojos y dejarse llevar. Las palabras venían a él. Lo encontraban y, a través del papel, se encargaba de darles forma. Antonio Mata fue un gran poeta y un amante de su tierra. La música le invitaba a componer. Esa era su pasión. No había más. Rendirse no era una opción. Trabajar para otros solo era una de las tantas posibilidades que tenía. Se preguntaba por qué tenían que decidir los demás por él. Era un amante de la libertad.
El cantautor jiennense tiene un hijo, llamado David Antonio Mata, que se fue a vivir con su madre a Inglaterra y, sin tener mucho contacto con él, se dedicó también a la música. “Eso es genética. Fue unos años antes de morir cuando se reencontraron y compartieron todo tipo de impresiones. Ambos son dos verdaderos artistas. Tras la muerte de Antonio, David decidió que, si se producía el disco, él quería formar parte de él y darle voz a los poemas de su padre”, confiesa su esposa, quien, además, afirma que Jesús, su sobrino, también formaría parte del acompañamiento musical de este álbum.
“Aunque a finales de los 70 Antonio dejó ‘oficialmente’ de cantar, continuó escribiendo canciones y, sobre todo, desarrolló una intensa obra poética que ha permanecido totalmente inédita y que corre el lamentable riesgo de que pueda olvidarse”, indica Fernando González Lucini. Ante este peligro, y por la voluntad que tenía —y expresó— el jiennense antes de morir, se inició una campaña de micromecenazgo que finalizará a finales de octubre y cuya colaboración sigue disponible a través del enlace https://www.verkami.com/projects/18565-con-antonio-mata-en-la-raiz-del-silencio.
José Villar Casanova, más conocido como “Pepe Vica”, es el colaborador más veterano de Diario JAÉN, quien, diariamente, dedica un artículo de opinión en la sección Vida Social de este periódico. Una de las curiosidades de sus escritos es que él mismo realiza las caricaturas de los personajes protagonistas de sus textos. En varias ocasiones este papel lo ha jugado Antonio Mata, en cuyo legado rezan los recortes de prensa y, como no podía ser de otra manera, los de su gran amigo “el Vica”, que, con mucho cariño, le ha dedicado palabras que él mismo quiso conservar entre sus recuerdos más preciados.