Una mujer que rompió moldes

La fundadora de la congregación, la Madre Soledad Torres Acosta, fue una mujer humilde
que, aparentemente, no sobresalía, pero con su fuerte espíritu creó una orden que aún perdura

22 jul 2018 / 11:07 H.

Fue en los tiempos de la Madre Soledad Torres Acosta, fundadora de la congregación de Siervas de María, que se fundó la casa de las hermanas en Jaén. La figura de Soledad Torres pasó muy desapercibida a lo largo de la historia, aunque su solidaridad y dedicación raramente encuentra un igual. Su forma de vida se convirtió, rápidamente, en el ejemplo a seguir de todas las hermanas de la orden, quienes, hasta hoy en día, la miran con admiración.

Los tiempos de la Siervas de María se remontan hasta 1851, cuando Soledad Torres quedó a cargo del proyecto sobre la fundación de una nueva congregación religiosa. Fue una persona que, según describe Sor Encarnación Rodríguez, superiora provincial de las Siervas de María, pasa “muy desconocida”. En sus palabras, Torres fue una mujer humilde y pequeña, que aparentemente no sobresalía aquello que hoy se puede valorar. Sin embargo, el Señor tenía preparado un plan para ella, “la escogió como la piedra esencial, la fundadora”. A Soledad Torres no se le ocurrió la idea de fundar una nueva congregación, sino que fue la iniciativa de un sacerdote, pero cuando Torres se enteró fue “enseguida” a presentarse como voluntaria. Encarnación Rodríguez relata lo siguiente: “Al sacerdote no le interesaba y, físicamente, no aparentaba mucho. Por eso le dijo que ya tenía el número de las que necesitaba, pero como él quería siete y no las tenía, tuvo que recurrir a ella. Las otras le fueron fallando, hasta él mismo abandonó la obra y, finalmente, se quedó de fundadora ella”. Así, la Madre se convirtió en una mujer que, en el año 1851, cuando la idea de que las monjas tenían que estar recluidas en un convento, funda una congregación de hermanas que salen del convento por la noche a cuidar enfermos y rompió todos los moldes. “Aquello tuvo una repercusión social enorme”, apunta Rodríguez, quien, al respecto, añade que en sus primeros años “lo pasaron mal, porque les tocaron épocas muy duras”.

Una de las mayores dificultades a las que se enfrentó la Madre en sus inicios fue el enfrentarse a la situación de que, ni ella ni las hermanas, tenían qué comer. De hecho, fueron acusadas de deber dinero en las tiendas de comestibles y Soledad Torres fue denunciada. Y, en su comparecencia en el juicio, esta alegó que no se negaba a pagar ninguna de las cuentas, solo pedía facilidades para pagar a plazos, ya que la falta de dinero —al ser su labor totalmente gratuita y altruista— no les permitía pagar todo de golpe. Encarnación Rodríguez manifiesta que “todas las obras del Señor son siempre muy trabadas”, pero Torres confió siempre en Dios y este, poco a poco, le respondió.

La Madre Soledad Torres hizo cosas muy pequeñas, pero con un gran espíritu y corazón. “Hacía cosas sobre las que todos podemos decir ‘esto lo puedo hacer yo también’. La figura de la Madre Soledad es asequible para cualquier cristiano a pie, porque es solo darse a los demás en caridad. Esto es lo que hizo con sus propias hermanas de caridad y con a gente de fuera. Era la madre de los pobres”, señala Rodríguez. En la historia de la fundadora de las Siervas de María hay anécdotas “muy bonitas”. Entre ellas, la superiora provincial destaca una que cuenta como, en la casa donde vivía la fundadora, tenían gallinas y la Madre estaba cuidando a una enferma que era muy pobre y le tenían que llevar ropa y alimento. Esta mujer necesitaba tomar huevos, por lo que les llevaban aquellos de las pocas gallinas que tenían y, un día, una hermana le dijo: “Madre, desde que le estamos dando los huevos a esa enferma, las gallinas ponen todas todos los días”. Asimismo, hay cosas “muy pintorescas” sobre su vida, como el hecho de que se quitaba las mantas de su propia cama para darlas o que si veía a una hermana con los zapatos más viejos se los cambiaba. “Una persona sencilla y humilde. Si hoy viviera la Madre Soledad, sería una Madre Teresa de Calcuta. No podía solucionar los problemas de todos los enfermos, pero los que estaban a su alcance sí”, asegura Encarnación Rodríguez. Cuando Soledad Torres murió, tenía una gran cantidad de fundaciones por toda España, América y Cuba. Alentó, así, una obra que aún persiste y que, aunque se marche de Jaén, sigue presente en el mundo.