Una ventana a la libertad

El Programa Prensa Escuela de Diario JAÉN, ofrece a los reclusos del Centro Penitenciario la posibilidad de evadirse e, incluso, reflexionar sobre los motivos que les llevaron a prisión. En este pequeño pueblo de 700 habitantes, se habla de usted y se premia pasar de la droga y no tatuarse

25 jun 2017 / 11:10 H.

Hola están ustedes en su casa”. El cortés saludo al redactor que firma esta crónica y al director de Diario JAÉN, Juan Espejo, da que pensar, obliga a una reflexión un tanto existencialista, que recuerda que, a cualquiera, le puede cambiar la vida en un segundo. Y es que se trata de la bienvenida al Centro Penitenciario de Jaén, donde los dos periodistas acuden para conocer, a lo largo de una estancia de cuatro horas detrás de las rejas, cómo se desarrolla el programa Prensa Escuela en la institución penitenciaria. Este plan quiere fomentar la lectura de periódicos en el ámbito escolar y también llega a los reclusos. Usan los periódicos como material de trabajo para su educación, porque, hay que tener en cuenta, que muchos de ellos tienen un nivel educativo bajísimo, inferior, incluso, al de sus hijos, que les esperan fuera de las tapias que les separan de la libertad.

La cárcel jiennense, donde hay setecientos internos, engaña desde fuera, porque, una vez en su interior, queda claro que es enorme y eso que no es ni de las más conflictivas ni de las principales del país. Por suerte, es una modesta prisión de provincias, donde los funcionarios, dentro de las circunstancias propias de una profesión que requiere estómago, pueden estar más o menos tranquilos en el día a día. Lo explica el guardián designado para acompañar a los plumillas y los maestros que dan clases a los presidiarios gracias al Centro de Educación Permanente Antonio Muñoz Molina. Eso sí, como toda cárcel, tiene rincones en los que es mejor no tener que entrar. Los pasillos de los módulos 1 y 2, de los más tranquilos, si se mira siempre al frente y se obvian las medidas de seguridad, parecen los de un instituto. Por todas partes hay escritas frases del estilo de “En este negocio siempre pierdes”; más claro el agua. Por estas galerías, donde se le pierde algo de respeto a las garitas enrejadas, ya que están coronadas con maquetas de la Torre Eiffel y obras por el estilo, se llega a la Unidad Terapéutica Educativa (UTE).

La UTE es “el mejor barrio” de la pequeña ciudad creada tras los muros de hormigón, está dotado con los mejores servicios y tiene a los vecinos que todo el mundo quiere. Para estar allí hay que ganárselo. La regla de respetar al prójimo, básica en el centro, se cumple a rajatabla; la droga, ni de lejos, ni siquiera un porrillo, lo que debe quedar acreditado con periódicos análisis, y, en la UTE, los responsables de la prisión tienen en cuenta pautas de conducta como llevar el pelo corto, estar aseado y no tatuarse o, al menos, no hacerse más dibujos en el cuerpo de los que se tenía al ingresar.

A la llegada del director de Diario JAÉN para dar su charla sobre qué es y cómo se hace el periódico, el público abarrota ya el recogido salón de actos. No son ni las diez de la mañana y esperan sentados desde hace ya casi una hora. Hace calor, bastante, y una queja, silencio como de misa mayor. “Al centro penitenciario llega todos los días Diario JAÉN y vosotros lo leéis con avidez y alegría”, les recuerda Guadalupe, la jefa de estudios de la escuela, que introduce al “conferenciante” invitado. La anécdota que cuenta Espejo sobre el día que decidió suprimir los horóscopos, en mayo de 2014, que hizo que, en sus palabras, “la centralita se cayera”, arranca las primeras risas y alguna que otra broma de los internos. Uno dice en voz alta que solo cuando le gustan, se cree las predicciones zodiacales. La distracción dura apenas media hora, porque, en el presidio, todo está muy cronometrado, pero deja buen sabor de boca y permite trazar un perfil sobre lo que leen los reclusos, interesados, sobre todo, en las noticias de deportes y tribunales. No en vano, todos pasaron ante un juez antes de llegar a la prisión. Durante la explicación del director de Diario JAÉN sobre la evolución de los medios tecnológicos necesarios para el trabajo de los periodistas, este muestra un módem antiguo y, con mucha sorna, uno de los asistentes, asegura: “Parece una balanza de precisión”. Este tipo de aparatos forman parte, en la mayoría de los casos, de las pruebas que recogen la Policía o la Guardia Civil cuando hace un registro en la vivienda de alguien que vende drogas. En este repaso a los 75 años y pico del diario, los alumnos que asisten a esta clase lanzan reflexiones como que el periodismo es “la hostia”, aunque, a veces, lleve a ser testigo de tragedias como el terrible accidente de autobús que, en 1996, le costó la vida a 29 personas en Bailén. “Esa noticia me pilló a mi”, confiesa uno de los internos. Cuando concluye la clase sobre el noble oficio, la pausa es aprovechada para echar un pitillo en el patio. La nicotina sí es una sustancia permitida en los pabellones penitenciarios. Este momento para la distensión es, de nuevo, una prueba, de que la UTE es distinta. Hay decenas de hombres echando humo y mirando al cielo azul, una imagen de película, pero ni una colilla en el suelo, ni siquiera la ceniza. La limpieza es de quirófano.

un café. El centro de educación permanente, la escuela, como se le llama allí dentro, requiere que los maestros se impliquen muchísimo y este equipo, formado por Guadalupe, Aurora, Lola, Loli, Eva y José Carlos, precisa a veces “hacer terapia de grupo”. Para eso tienen su espacio, una sala de profesores en la que, de vez en cuando, pueden tomarse un café y comentar los “males” a los que se enfrentan, consecuencia del propio carácter temporal de la estancia en prisión. Esta provisionalidad lleva a que algunos de los mejores alumnos se pierdan. Pero, mientras están allí, trabajan para que den lo mejor de sí. “De todo lo que hacemos aquí, enseñar a leer y escribir es lo más gratificante que hay”, reflexionan. En ese trajín, el taller de prensa ofrece perlas como comprobar la gran intuición de reclusos que, en algunos casos, son casi analfabetos, para elaborar, con un notable criterio, a partir de recortes del JAÉN, periódicos en los que se separan las noticias buenas de las malas. Una de las que más se repite, en todos los niveles formativos, es la de las seis compañeras de trabajo, de la Residencia Altos de Jontoya, que se quedaron embarazadas al mismo tiempo. El repaso por las aulas, en las que se trabaja con la prensa, deja también sorpresas, como titulares que bien podría haber pensado algún maestro de la novela distópica como “Primeros disturbios en todo el mundo tras la vuelta a la edad de piedra”. Transcurrido, aproximadamente, la mitad del tiempo previsto en el centro penitenciario, una vez tomado el tentempié de media mañana, llega la segunda de las charlas previstas. Esta última es en la biblioteca del centro de educación permanente, muy bien aprovisionada y en la que, sobre todo, se retiran libros de auto ayuda y de Derecho. Las lecturas de ficción están protagonizadas por sagas de éxito, como la del Señor de los Anillos, unos gustos que no distan demasiado de los que hay más allá de los muros. Suena Sabina como banda sonora, porque la sala de lectura tiene algo de salón social, de encuentro entre viejos amigos. A este acto, acuden presos y presas, en una de las pocas ocasiones que tienen para estar juntos. Son unos minutos perfectos para hacer manitas. En la cárcel, se sabe que los homosexuales y las lesbianas lo tienen más fácil para el contacto, porque coinciden más, pero las parejas de mujeres y hombres solo pueden verse a solas, cuando están en prisión, tras un proceso de estudio previo que permite probar que la relación estable existe, que no se busca solo desfogar, algo que explican los funcionarios. Normalmente, se verifica mediante el estudio de las cartas que se cruzan los que forman las parejas.

La mezcla de hormonas masculinas y femeninas da pie a un mayor alboroto, pero cuando interviene la subdirectora de tratamiento de la prisión, Virginia, la atención es máxima, más que por ser una de las “jefas de la cárcel”, porque lo que les dice no es para dejarlo pasar: “Tenéis que saber leer y escribir, porque si no, entráis en un círculo vicioso que os hará volver”. Los reclusos, agradecidos por la visita del periódico, entregan regalos como una menina de cerámica, un periódico en miniatura, una poesía y unas cestas de mimbre. También sugieren un título para la crónica: “Gran calor de los presos a Diario JAÉN”.

En cuatro horas en la prisión, además de hablar sobre la crucial educación entre rejas, da tiempo a ver cómo se esconden, para no salir en las fotos, dos terroristas, que son vegetarianos y que, conforme a la política de reinserción penitenciaria, tienen la posibilidad de cursar estudios a través de la Universidad Nacional de Educación a Distancia; dos ordenadores con una pegatina de la institución, que, por cuestiones obvias, no tienen conexión a internet, son sus herramientas de trabajo. Estos reclusos están catalogados dentro del Ficheros de Internos de Especial Seguimiento, el enigmático FIES. Son internos del habitualmente cerrado para la prensa Módulo 6, orientado al respeto, pero con un nivel bajo, lo que se nota en la forma en que reciben a la visita, mucho menos protocolariamente que en el resto de las instalaciones. A lo largo de este recorrido, también se puede ser testigo de cómo se mueven algunos de los considerados “presos mediáticos” del centro penitenciario jiennense, como una rusa que, en el año 2012, fue condenada junto con el padre de sus hijos a veinte años de prisión por matar a su bebé y lesionar gravemente a su gemelo. Esta atractiva joven dice buenos días, con cara de no haber roto un plato en su vida, cuando va de camino al gimnasio. De vuelta a la calle, los controles, el ruido de puertas metálicas y la devolución del Documento Nacional de Identidad y el móvil, “confiscados” para la visita, recuerdan, por si se había olvidado, que una cárcel es una cárcel. “Podéis volver cuando queráis, aquí sois bienvenidos”, se despiden los trabajadores. De nuevo, como ocurre con la bienvenida, el bienintencionado afecto en la despedida chirría, hace pensar.

REGULADO Un lugar “alejado” para los vis a vis

Los encuentros de los reclusos con alguien de su entorno a solas están perfectamente regulados, los hay de tipo familiar, para que, por ejemplo, un interno pueda estar con su mujer y sus hijos, y también los de carácter íntimo. Suelen realizarse, al menos, una vez al mes y pueden llegar a durar hasta unas cuatro horas en algunos casos. La zona destinada a este tipo de reuniones está apartada de los módulos en sí, fuera del núcleo duro de la seguridad de la prisión, aunque perfectamente vigilada.

ECONOMATO Una de las vías para la reinserción

El hecho de trabajar en alguno de los talleres o servicios de la prisión permite sumar puntos para el objetivo final de todo recluso que, según la política penitenciara española, es la reinserción plena, un cuestión regulada por la Constitución Española. Entre las tareas que hay disponibles está la de gestionar el economato de la Unidad Terapéutica Educacional, la lavandería y la biblioteca. En las cárceles no hay dinero, sino el peculio, unos 70 euros a la semana, que administran los responsables de cada una de las prisiones españolas.