Voy a tener siete jefes

BUENA DIGESTIÓN. Los fondos de inversión son los nuevos saqueadores que ofrecen la panacea, y se les acepta

30 jul 2017 / 11:07 H.

A las ocho y pocos minutos ya coloca las mesas con sus sillas en la terraza de la plaza: vienen los desayunos. La ves dispuesta a cualquier hora, aunque al pasar las cuatro de la tarde unos surcos oscurísimos y profundos bajo los ojos delatan su agotamiento. Es joven y fuerte; una mujer del este muy trabajadora y alegre.

-Buenos días, de nuevo con la rutina, ¿no?

-Si, pero pronto no habrá rutina.

-¿Y eso?

-El jefe ha vendido el restaurante.

-¿Vendido? ¿Era el local suyo acaso?

-Bueno, no sé ...

-Lo habrá traspasado.

-Sí, eso dicen, traspasado ¡a siete hombres, los nuevos jefes!

-¡Siete!

-Sí, no son españoles, árabes parecen. Antes solo un jefe, ahora siete. Cierran el 1 de agosto. Lo tiran todo, lo harán todo nuevo. Han dicho que quieren ponerlo como Perrachica (Un restaurante para la exhibición, la copa y la risas de supermoda y atestado en la calle de Eloy Gonzalo, de Madrid)

-O sea, un restaurante modernazo

-Sí, pero seguirá siendo italiano

-¿Y qué os han dicho a los trabajadores?

-Estoy asustada. Cierran varios meses y nosotros al paro.

-¿No os mantienen el empleo?

-No sé. Pero yo cuando acabe agosto buscaré trabajo por la zona, no puedo vivir con lo que me darán de desempleo.

-Vaya, lo siento.

-Gracias, pero más lo siento yo. ¡De un jefe a siete, qué barbaridad! El que teníamos era español, disfrutamos de buenas vacaciones y cuando se hacían grandes cajas nos daba... ¿como dicen ustedes?...

-¿Un incentivo?

-Eso.

Con seguridad a esta trabajadora, más allá del trastorno y desasosiego del momento, no le irá mal; es determinada, buena profesional y cae bien: encontrará pronto empleo. Pero otros no, o no en las condiciones que ahora tienen, pues aún siendo precarias, vienen de contratos laborales de hace algunos años. nuevos hombres del negocio de restauración, alcohol, ocio y jaleo en las zonas señaladas como objetivo 1, vienen con el lanzallamas por delante abrasando todo lo existente. En las desnudas estructuras de centenares de bajos de nuestras grandes ciudades, abren al público nuevos espacio diseñados en ordenadores de multinacional —que copian unos de otros— hasta dar con soluciones e imágenes que parecen armoniosas y hasta bellas, cuando en realidad no son sino trampantojos tan efímeros como ilusorios. Pero dan el pego, gustan, son diferentes, laminan —pongamos por caso— los bares de los “Avelinos” que tan mala imagen dan nuestros barrios. Los fondos de inversión, es decir, los nuevos saqueadores que llegan ofreciendo dinero a cambio de negocio seguro y rápido, y se les viene aceptando como lo mejor de lo último, se están quedando con la parte mollar del jamón. Han entrado a saco en este negocio se llamen como se llamen: fondos buitre, de capital riesgo o socimis, ese eufemismo bajo el que oculta su garra la vanguardia del sector inmobiliario postcrisis. Compran hoteles, viviendas en barrios promocionados, locales de lujo, edificios de oficina, centros comerciales, aparcamiento..., locales comerciales y hasta chiscones a los que ven futuro. Y en esas estamos. Las calles escogidas en Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Bilbao, Málaga y buena parte de la costa, están tomadas por los contenedores de obra. Llegó de nuevo la hora de las cuadrillas de pistoleros. La reforma y rehabilitación de viviendas con ayudas públicas, que había de venir para paliar el paro del albañil y nunca llegó, irrumpe ahora de la mano de los señores del riesgo, los nuevos curanderos de la economía, los que detienen con una presa de billetes los restos de la riada de la crisis. Así que los bares, bodegas, casas de comida, fondas y chiringuitos con ventana señalados como objeto de negocio están recibiendo ofertas imposible de rechazar. Preguntaré en alguno de los rumbosos bares de tortilla de patata y pimientos fritos de la Plaza de Olavide si han decidido resistir o entran en el regateo.