25 de Abril: Del himno antifascista a la recurrente canción pop milenial

27 abr 2020 / 09:00 H.
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Que estoy peleado con la Historia, estimado lector, ni siquiera es secreto, por más voces que se den. Ya hablé de lo aburrido que resulta memorizar cadenas dinásticas o fechas totalmente descontextualizadas e irrelevantes a nivel mundial, sólo importantes para el profesor de turno, porque el ego con el que hizo su tesis no puede ser puesto en entredicho. Hoy voy a centrarme en su uso como arma propagandística. Una chica, por Twitter, cansada ya de esos malditos rojos que no tienen ni idea de lo que hablan y que le bombardean el muro llamándola ignorante, se defiende, diciendo, que la canción “Bella, ciao” hace referencia a una serie adolescente, sí, de esas con chicas estereotipadas, musculitos prepotentes y frases guays, que dejen de darle la murga si quiere cantarla. Y lleva razón, como dije, en el instituto, en el siglo XX se nos adoctrina con guerra civil, que no de España, y con franquismo, que no fascismo, que yo sé que siempre hay alguno que rompe sus cadenas y trata de confundir. A lo que iba, alguien que conoce esta canción de una serie, pues qué va hacer, asociarla a ella indisolublemente. Algo parecido a decir que el “Rey León” es una historia original estadounidense y no una copia del Kimba japonés, o al que dice que Galileo Galiei fue el primero en enunciar el heliocentrismo, pasándose por el forro a Nicolás Copérnico, pues ok. Aunque también os diré que a todos los que ahora entonan el himno de la Casa de Papel, que no el himno antifascista, en las discotecas madrileñas, los he visto saltar en las casetas de la feria con el Vals del obrero de Ska-P. Ya sabéis, capitalistas festejando comunismo y antifascismo. Bienvenidos a las incongruencias del siglo XXI.

El siglo XX tuvo tres grandes guerras: la Primera Mundial, la Segunda y la Fría. Italia, durante la Segunda, al igual que España, se alineó con las potencias del eje, las fascistas. El movimiento partisano, se genera en la península itálica, para luchar contra el fascismo italiano, el de Mussolini y el alemán, el de Hitler, que ocupa parte de Italia cuando el primero comienza a negociar la rendición con los Aliados. Es el pueblo combatiendo ejércitos profesionales, el que sabe que es una guerra de desgaste en la que tiene pocas posibilidades de ganar, y, lo único que puede hacer, es sobrevivir. Son estos guerrilleros los que toman como himno la canción popular italiana, para despedirse de sus seres queridos. En España, por la cercanía de Francia, a los partisanos, los llamamos maquis (del campo en francés), y no estuvieron 2 años combatiendo, lo hicieron por más de 25 años. Imaginaos a esos partisanos, maquis en España, sobreviviendo al raso, comiendo lo que pueden y que ven morir su humanidad cada día un poco más, agarrándose a que, al menos, luchan para sus hijos, incluso sus nietos. Pensad ahora, en cómo, ese hombre que entonaba mentalmente el himno para coger fuerzas, mientras era torturado antes de ser asesinado; o en esa maestra violada por todo el regimiento antes de raparla y encerrarla para tener entretenimientos futuros, se agarraba a la canción, porque ya no tenía fuerzas, ni para morderse la lengua. Pensad en ellos, porque como mínimo, La Casa de Papel y sus cantarines no tan milenials, vergüenza es lo que les darían. El 25 de abril de 1945, en Italia, se celebra la liberación del fascismo cantando la misma canción a la que se aferró la resistencia, el “Bella, ciao”.

El Coliseo de Lisboa está repleto cuando la cantante Amaia Rodrigues, cantante de fados y actriz favorecida por el régimen portugués de Antonio Oliveira Salazar, muy similar a lo que pasara en España con Carmen Sevilla, se propone a entonar el “Grândola, Vila Morena”, como cierre al espectáculo. Otras canciones del compositor José “Zeca” Afonso han sido censuradas por el régimen salazarista, La Villa Morena, ha escapado a la purga. Es uno de los motivos por los que el Alto Mando del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) la ha elegido como señal de arranque de lo que posteriormente sería llamada la Revolución de los Claveles. Hoy también es 25 de abril, pero de 1974. Esta canción, convertida en himno, también es cantada en el confinamiento portugués, por los vecinos, desde los balcones. Aquí, aún hemos tenido algo de suerte y seguramente los mayores os acordaréis de que algo así pasó; de mi generación en adelante, esto no es ni mencionado en los colegios, con lo cual, no pasó. Es más, si en Andalucía somos los vagos, en Galicia, los prejuicios nos incitan a pensar en catetos que le cantan a la melancolía y la tristeza. Y para nuestros vecinos del oeste, ¿también hay? Hombre, pues claro, como los gallegos, además de irrelevantes para restarles protagonismo en la hegemonía española del mundo. El Tratado de Tordesillas dividía el mundo en dos, para españoles y portugueses, con lo cual, los segundos, no llegaron ni a existir. ¿Para qué hablar de la Revolución de los Claveles entonces?

España. Puñetera España. ¿Qué pasaba en España esos 25 de abril de 1945 y 1974? Mientras en Italia se colgaba el cadáver de Benito Mussolini en el mismo lugar donde meses antes los fascistas habían colgado a quince partisanos para humillarlos y advertir al resto, en España, se aplicaba, con extrema pulcritud, la “Ley de Fugas”, que no fue más que la excusa con la que Francisco Franco y sus perros de presa, la Guardia Civil, asesinaba impunemente a civiles bajo pretextos de fuga. ¿Y en el 74, cuando los portugueses ponían claveles a los cañones de los soldados, qué se hacía por aquí? Pues, aplicando la Tercera ley de Newton o principio de acción y reacción, por miedo a que ocurriera lo mismo a este lado de la frontera, José Antonio Girón Velasco, exministro falangista, ahora propagandista de turno del régimen español, denunciaba el intento de aperturismo del, por lo visto, a ojos de Girón, menos fascista que él, Carlos Arias Navarro. Esto fue conocido como el “Gironazo”, movimiento con el cuál fueron purgados, en los meses siguientes, militares y políticos acusados de ‘fascistillas light’, como la cola, sin suficiente azúcar.

España, otro 25 de abril, pero en 2020. Confinada. Se han aprobado medidas para que los adultos, con hijos, puedan salir con el pretexto de estirar las piernas y que los niños tomen el aire. Me parece increíble la inmediatez con la que la gente se avergüenza de su cuerpo; lo fácil que es acomplejar a una chico llamándolo gordo y marcarlo así de por vida. Y digo que me llama especialmente la atención, porque la ignorancia, en este país, no sólo no hace que alguien pueda sentirse ridículo cuando se rodea de iguales que han cultivado su mente, sino que, además, la falta de trabajo en ella, es motivo de orgullo. El distanciamiento social, esa excusa para ponerte al día contigo mismo, se ha convertido en, a ver si levantan el estado de alarma y puedo retomar mi rutina en el gimnasio, porque si no, cuando vuelva a ir a bares, pubs o discotecas, voy a estar impresentable y se van a reír de mí. En España, cuando italianos y portugueses celebran la derrota del fascismo, la derecha saca a sus propagandistas e incita a golpes de estado. Así que, la próxima vez que el cuñado de turno venga a contestaros que “because Spain is different”, podéis decirle, a ver si esto también lo entiende: “no, because Spain is still fascist”.

Y fijaros si es diferente, que vamos a hablar de poetas, por ejemplo. Así, por poner uno, Federico García Lorca, el genio granadino, sacado de su casa, como tantos otros españoles, de noche, entre muchos y encañonado, para ser fusilado y arrojado a una fosa en una cuneta anónima, que previamente había sido obligado a cavar. Asesinado, por cobardes. ¿Que por qué nosotros no tenemos himno? ¿Y tú me lo preguntas, jaenero arraigado, cuyo pasado, presente y futuro siempre estuvieron ligados al oro líquido? Pues con otro poeta voy a responderte: Miguel Hernández. Y cómo, en 1937, podemos pensar que, otro 25 de abril, mientras combatía al fascismo desde nuestra provincia, esos sacrificados trabajadores enraizados al olivo le inspiraron, el “aceituneros”. Este 25 de abril de 2020, es él quien sale al balcón a recitar su “Aceituneros: “Andaluces de Jaén,/ aceituneros altivos,/ decidme en el alma: ¿quién,/ quién levantó los olivos?/ No los levantó la nada/ ni el dinero, ni el señor,/ sino la tierra callada,/el trabajo y el sudor...”

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