A ninguna parte

22 ene 2017 / 11:23 H.

Seamos sinceros, aunque en el intento lastimemos alguna de nuestras neuronas o tengamos que reconocer el peso de unas pocas lágrimas. En lo que va de año ya hemos acumulado una pequeña muestra de todas las inmundicias que teníamos en años pretéritos, lo de siempre, lo que sabíamos, aquello que parece inmutable. Ya conocemos de mujeres muertas por hombres de amores muertos, los fanatismos tristes y obtusos, y el terrorismo psicopático ya han hecho acto de presencia, las guerras que conforman nuestro ADN, continúan, como era de esperar. Los incendios para pobres con calor pobre y la muertes a sangre fría para los destechados siguen ilustrando los noticiarios, también hemos comenzado a superar con éxito la bondad navideña, profiláctica y expansiva, quedando atenuada lo bastante, como para quedar cerca de nuestros pellejos, volvemos al ascua y la sardina; los anuncios de perfumes con mensaje susurrante han dado paso a los catecismos de las dietas, a los gimnasios purgatorios, a los medicamentos antigripales, a los sermones de los monarcas de la salud que condenan nuestros excesos báquicos y pantagruélicos. Todo sigue en su sitio, como Dios sugiere, así adornamos la vida. No obstante algo parece que va a cambiar, no hay que ser fatalistas en extremo; por ejemplo, Jaén va a enriquecer su patrimonio cultural con una nueva leyenda urbana: “el tranvía fantasma”, que aparece cuando puede y desaparece cuando quiere, y es importante significar, que aquellos que lo han visto aseguran que circula repleto de íberos ibéricos (pata negra) muy vivos y jacarandosos. Por otra parte nuestro ayuntamiento está estudiando la posibilidad de contratar a tiempo parcial a un ángel jurado que custodie nuestro paraíso interior para evitar las tentaciones de los especuladores, un ángel con permiso de flagelación para disuadir y expulsar a los malevos. A nivel general se vaticina que habrá algunas incorporaciones al famoso elenco de los nuevos bandoleros sin denominación de origen, aquellos que se emboscan en paraísos fiscales, lejos de Sierra Morena, sin romances ni trabuco, pero con traje, título y tarjetas. Dentro de lo que cabe siempre se agradece que te atraquen elegantemente. También se prevé que el idiotismo se hará viral, y en consecuencia ganaremos en mansedumbre, porque cuanto más tonticos más tranquilicos. En lo personal les participo que me dejé las bolas en el árbol de navidad, al menos allí servirán de adorno; y que emprenderé un viaje a ninguna parte, “intentando ser mi dueño, al menos, allá en ninguna parte”. Pero eso sí, contento de viajar en compañía de ustedes.