A verlas venir

27 nov 2018 / 11:56 H.

Es esperar algo sin hacer nada. Como si no fuese nuestra responsabilidad el estado actual de las cosas. La política la hablan las personas dedicadas a la política y la ejerce día a día la ciudadanía. La Unesco proclama que “puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”. Aceptemos “pulpo como mascota”, aunque esta declaración guarda, en sí misma, un acto agresivo al invisibilizar a la mujer, demuestra que la paz se construye sobre la moral y la solidaridad intelectual. La neurociencia ha demostrado con el estudio del cerebro que la violencia es resultado de la interacción entre el cerebro y el entorno. O sea, que ambas realidades son voluntad de las personas y de quienes las impulsan. El modo de ejercer y entender la política de las derechas en los dos últimos años, resultado de la incapacidad para resolver el conflicto de Cataluña, ha generado una dinámica de relaciones de naturaleza destructiva, de agresividad, de persecuciones, del rechazo a la persona, de “la culpa es tuya”, del rompes la identidad. Se sitúan en los límites de la concertación y dialogo propios de la democracia. Se reivindican, en el mejor de los casos, herederos del Suarismo, sin haber entendido cual fue realmente su aporte. Impulsan emociones desde la rabia o la cólera para sacar rédito político desde mensajes simples que construyen o respaldan prejuicios. Es más fácil creer en estos que analizar que verdad pueda haber detrás, por no querer ver si la responsabilidad es suya. Con nuevas palabras y marketing solo trasladan el clima de rechazo originario del blanco y negro, amplificado por comentaristas afines. Estas se traducen en actitudes singulares de personas de la calle —interpretables como únicas, si, pero valorables— donde no empleando la crítica racional han definido a las personas de este periódico como ratas. No sé si, como animales objeto para la investigación, en cuyo caso prestan un servicio de agradecer por la humanidad o, como animales despreciados en tanto no sucumbieron a la destrucción de su hábitat natural, debiendo adaptarse a otros entornos donde sobrevivir. ¿Se rechazan por no poderlas eliminar? Un ejemplo a estudiar de lucha por la vida. Este estilo ha impregnado las elecciones andaluzas en donde, desde intereses particulares alejados del desarrollo de lo colectivo, desde el “quítate tú para ponerme yo que ya me toca”, se manipulan datos y afirman, en el mejor de los casos, verdades a medias. Estos partidos quieren mostrar falta de progreso en Andalucía, porque lo entienden como la obtención de beneficio económico propio aprovechando las necesidades básicas de las demás personas. No aceptan que el desarrollo económico tenga una transferencia en el conjunto de la sociedad, en la mejora e inversión de los servicios públicos. Desearían que la sanidad o la educación fuesen privadas. No les interesa mostrar de dónde partió y a dónde ha llegado Andalucía: Las exportaciones han pasado del 7,4% PIB al 19,2 %, la población universitaria de 93.000 a 247.000 y que el empleo femenino se ha multiplicado por 3,6 por ciento.

Estar cuarenta años en un gobierno no es motivo en sí para cambio o rechazo, lo sería si no hubiese sido por voluntad de la ciudadanía, es quien lo contrata como gestor, ¿o es que defienden como futuro fractal las políticas del garrote y las rejas?