Abuelos

14 ago 2017 / 11:07 H.

Meses estivales, meses de reencuentros. De fiestas en pueblos casi abandonados. De abrazos entre padres, hijos y abuelos. ¡Ay, los abuelos! ¿Qué sería de nuestra sociedad sin ellos? Durante el curso es habitual verlos llevando a los peques de la mano camino del colegio. En vacaciones, su casa es el mejor refugio familiar. Porque están dispuestos a quedarse al cuidado de los nietos y a renunciar, si es preciso, a su merecido descanso. ¡Miradlos, por las playas atestadas de gente, cómo van paseando, siempre rodeados de niños, siempre cargados de sombrillas y de hamacas! Ellos siguen siendo respetados y queridos por su abnegación, su laboriosidad y su generosidad. Con el paso de los años, cuando nos faltan, es cuando más lamentamos su ausencia irremediable. Y es que, a pesar de la marginación a que muchas veces son sometidos por nuestra sociedad, a pesar de sus escuetas pensiones y su limitado poder adquisitivo, siempre están ahí, al lado de los suyos, dispuestos a afrontar cualquier crisis. Y afortunadamente no son considerados ninguna carga o estorbo por tantas gentes de bien que en todos los estamentos sociales se encuentran. ¡Ay, los abuelos, ese espejo en el que demasiadas veces deberíamos reflejarnos!