Al calor del brasero

23 nov 2017 / 09:10 H.

Resulta complicado salir de los parámetros en los que nos movemos, estar fuera de las modas, aislarse de la publicidad, las influencias, el deseo de consumo, y de tantas cosas que entran por unos ojos —los nuestros— que dicen “lo quiero”, en un afán de acumulación y coleccionismo que rompe los moldes habidos y por haber en la escabrosa historia de la humanidad. Se trata de objetos desechables en su mayoría, artículos de usar y tirar, artificiales comodidades que, más que facilitar la vida, la llenan de mecanismos que acaban convirtiéndonos en una extensión de algo, razón instrumental. Llega, en ese sentido, el Black Friday que, en un análisis comparativo de precios, es una estafa para activar un mes de noviembre tradicionalmente bajo en ventas, porque se acerca la navidad —el frío— y será momento de gastar entonces, que ahora toca ir adaptándose al recogimiento, como mandan los cánones del otoño. Han bajado los precios que antes subieron, creando efectos de espejismo. Nos está bien empleado. ¿Desde cuándo se celebra en España, desde que se instaló Papá Noel, o fue por la avalancha de Halloween? Puede ser, puede ser. En este marasmo de velocidad y sucesión de noticias, dependencias e independencias, negociaciones y cortinas de humo, la estrategia consiste en moverlo todo de sitio para dejarlo de nuevo tal y como estaba, en un arte de prestidigitación y malabarismo que acaba diciendo: “siempre es posible una solución diferente”, con lo que llevamos meses y meses sin hablar de la corrupción, el meollo de los que alegremente meten la mano y sacan lo que pueden, luego la ocultan, y a callar. Nunca he creído en los destinos patrios, ni en la universalidad de los sentimientos, ni en las esencias históricas. Sí, por el contrario, en una cultura de la irresponsabilidad, de los falsos méritos y la endogamia familiar, copando las empresas, las deslocalizaciones y los bancos, las instituciones y la política. Y qué decir de la Iglesia, sus lacayos a Dios rogando... De la casta a la caspa, Podemos desciende cada semana medio punto en intención de voto, y el PP escurre el bulto de tanta causa abierta, tanto bandidaje y tanta estafa, súper presuntos mientras no se demuestre lo contrario. Qué buena jugada. ¿Y a los herederos de la antigua Convergència i Uniò, no les ha venido bien para no hablar de lo que hay que hablar, de esas abultadas cuentas corrientes en paraísos fiscales? Black Friday no tiene nada que ver con el caso de las Tarjetas Black, excepto en que la palabra es la misma. Para todo aquel que no lo sepa, las tarjetas de este color son las mayores que existen, y disponen de ellas los altos ejecutivos, los millonarios, etcétera. Solo gente de mucho poderío económico. Vivimos tiempos, más que de compromiso, de descompromiso. Pero ya se nos anticipaba lo que ocurre con las distintas reformulaciones de una realidad poliédrica que ha dejado de ser lo que era, de un conflicto del hombre y la sociedad que se ha saldado a favor de las grandes multinacionales, de la disolución del yo en la masa, de su anonimia, de nuestras expectativas fracasadas, a cien años de la Revolución Rusa, a tan solo cien años de uno de los acontecimientos más importantes del ser humano, que señalaba otro futuro, y no este. Preparémonos, pues, para este Black Friday. Qué cara se nos pone. Yo prometo quedarme en casa, al calor del brasero.