¡Aleluya!

27 abr 2017 / 12:02 H.

Vaya por delante que ni me alegra ni me apena la dimisión de Esperanza Aguirre. El “aleluya” me sale porque es muy raro, muy difícil, muy extraño, que un político de relieve, como lo ha sido ella, se decida a presentar la dimisión. Que un político de primera línea renuncie al chollo es casi inconcebible en este país nuestro, donde se suele aguantar carros y carretas y soportar todo lo que le echen encima con tal de continuar con las prebendas que lleva implícitas un buen cargo. Esperanza Aguirre ha dimitido y parece que es lo que se esperaba todo el mundo, incluso los de dentro de su partido.

Su crédito, tal vez por culpas ajenas, se ha agotado y su dimisión se imponía. Parece que a su carrera política le quedaba muy poco recorrido. Esperanza Aguirre no ha pasado desapercibida para nadie ya que, tras casi 40 años de actividad política, desarrolló cargos de gran relevancia como ministra de Cultura y Educación, presidenta del Senado, presidenta de la Comunidad de Madrid y otros, todos ellos de responsabilidad.

Ha sido una mujer que habló directamente, sin tapujos, lo que le ganó simpatías y antipatías dentro y fuera del ámbito político y hasta en su propio partido. Lloró a la hora de comunicar su dimisión definitiva de toda actividad política.

Dijo que se sentía traicionada y engañada por personas a las que entregó toda su confianza. Unos la creerán y otros no, es inevitable. A ella nadie la acusa de haber participado directamente en esa lacra corrupta que tejieron y llevaron a la práctica sus recomendados, especialmente Ignacio González y Francisco Granados, hoy en la cárcel los dos con graves cargos contra ellos.

Pero sí es verdad que ella estaba muy cerca del lugar donde se tejió la trama y que, de alguna manera, algo tenía que haber intuido, sospechado, porque al fin y al cabo era su responsabilidad. Su decisión de dimitir creo que ha sido acertada porque con ello puede limpiar algunas telas de araña que ciernen la sospecha sobre su partido y sobre ella misma. Esta es la actitud que deben tomar todos aquellos políticos involucrados por la corrupción, incluidos los de Podemos, que precisamente no predican con el ejemplo.

Esta dimisión cerrará muchas bocas y ahora los dardos se tendrán que dirigir en otra dirección. Aunque no estaría de más que también las exigencias se las impongan muchos a sí mismos.