“Algarrobo, a los caballos”

10 nov 2018 / 10:42 H.

“Dale a un hombre un arma y robará un banco,

dale un banco y robará el mundo entero”

Juan Gómez Jurado,

periodista y escritor

Ojalá apareciera su silueta recortada y a contraluz en algún monte cercano a Madrid. Primero él, recio y nobletón, luego “El Estudiante” todo sagacidad y, al final, a trote ligero Curro Jiménez, intrépido y decidido, con el resto de la banda. Son tiempos para tirarse al monte, ellos, como nosotros, estaban abocados a ser bandoleros, las fuerzas opresoras son poderosas y están sutilmente organizadas. El factor sorpresa se antoja fundamental y nuestro particular Equipo A, en versión cañí, cercana y sentimental, está capacitado para alguna escaramuza en, pongamos el caso, los aledaños del Tribunal Supremo. Qué no daríamos —siempre desde el terreno metafórico— porque “El Algarrobo” repartiera ufano unos mandobles de ilustración popular. Son golpes certeros, a mano llena, pero con un fin didáctico, si se quiere correctivo. Al estilo de los de Bud Spencer, pero con fragancia de tomillo y romero de la sierra y un trabuco por si las moscas.

En aquella serie las injusticias eran historias del siglo XIX y ahora suceden en el XXI; no hay copla que les ponga música, pero sí móviles para conocer la cadena del timo. La mascarada de estas últimas semanas, con el botín de las hipotecas como argumento, es de las que hacen historia pequeña, folletinesca. Un juez del Tribunal Supremo tuvo la majadera idea de darle la razón al cliente en sus cuitas con la banca. A su libre albedrío reinterpretó la sagrada escritura de una ley amañada con la que se fríe a impuestos para llenar la alforja de la autonomía o el gobierno en apuros.

Banca y gobiernos en clara sintonía, aunque ahora, en la escalinata del templo, se rasguen las vestiduras y gimoteen que lamentan la suerte del populacho. Mientras cogíamos la libreta para comprobar lo sisado, aullaron e hicieron correr la voz, otra vez, de que el fin del mundo llegaba y que el sistema corría peligro. Los lobos del Ibex huelen el miedo del poder a distancia y saben cómo ponerlo nervioso y trasladarnos su zozobra. Las pérdidas eran calderilla para una banca que siempre reparte beneficios y que, en caso, de venir mal dadas, apunta la ronda en la taberna a nuestro nombre, pero, aun así, movieron todos los hilos. No era cuestión de sentar precedente.

Al presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, le dio un ligero ardor de estómago que no alivió con bicarbonato y sí con una llamada al cónclave, una quedada, para enmendar el “error” cuanto antes. Dos cambios de jurisprudencia en quince días es una oferta propia de “Black Friday” judicial y da, eso, una imagen de justicia de saldo, de dudoso interés y criterio volátil. Quizá en la próxima promoción bancaria el regalo sea una vajilla con la cara de los magistrados a favor de convertir el dinero en la única ley. Despejado el camino de mala manera por el Tribunal Supremo, al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le tocaba enmendar un entuerto monumental. Se cerrará el círculo con un cambio que los bancos endosarán, no cabe duda, en las hipotecas que vendrán desde el mismo lunes. Para acabar esta semana con una última chanza, en la letra pequeña usted puede leer que los bancos no tendrán que pagar el impuesto en las hipotecas que den a la Iglesia y al Estado (también a las ONG). “Muchas gracias”. “De nada”. Es lo que tiene el respeto y la educación.

Álvaro de Luna ya cabalga por caminos que esperamos más livianos, pero quizá si silbamos la sintonía, invoquemos el espíritu de camaradería de aquellos bandoleros y entonces podamos gritar: “Algarrobo, a los caballos”. Y por un día les robemos algo.