Anatomía del PSOE

17 dic 2016 / 21:32 H.

Los dirigentes del Partido Socialista próximos a la Gestora suelen recurrir a una frase que repite insistentemente Susana Díaz, casi como un ejercicio de autoayuda: “El PSOE es mucho PSOE”. La afirmación, con todo, está llena de contenido. En 40 años de democracia, los socialistas gobernaron en 22, y durante ese tiempo España experimentó importantes avances, muchos decisivos, en modernidad y políticas sociales. Los problemas del PSOE tienen dos orígenes. Uno, general, deriva de la crisis de la socialdemocracia, y lo padecen actualmente la mayoría de los partidos progresistas europeos. La socialdemocracia consiguió casi todos los objetivos que persiguió en su día, pero no ha sabido leer adecuadamente ni dar respuesta a los nuevos retos de la sociedad ni de las clases más desfavorecidas. De ahí el nacimiento de los populismos, que a falta de ideas aportan ruido, vocerío, pero hallan el receptor adecuado: el descreimiento y, más aún, la desesperación. Pero a ese problema genérico, el PSOE añade otros errores propios. Los socialistas celebraron en noviembre de 2013 en Madrid una Conferencia Política que, según su impulsor y principal ideólogo, Ramón Jáuregui, era como “un gran supermercado de ideas”. Jáuregui, en los días previos al cónclave, estaba en su despacho de la sede socialista de Ferraz rodeado de tomos recién encuadernados con las ponencias elaboradas para ser debatidas en la Conferencia. Pero toda aquella acumulación colosal de conceptos progresistas destinados a ser aplicados a la sociedad en los nuevos tiempos se diluyó. Fue como una gran montaña ideológica de papel fino sobre la que cayó una tremenda tormenta que la redujo a tres palabras: “No es no”. El manual ideológico del PSOE en el último año ha quedado reducido a eso: “No es no”. Decía recientemente José García Abad, sabio escritor y periodista, que “la socialdemocracia ha muerto de éxito”. En esa decadencia, en España, también han contribuido algunos monumentales errores del Partido Socialista. Como la sobrevaloración de la juventud. El PSOE optó hace años de una manera obsesiva por una renovación permanente, por dar paso a los jóvenes sin comprobar si estaban lo suficientemente preparados para ejercer la política. Ahora ha tenido que ser la generación de dirigentes de más de 50 años la que salga al rescate del partido. Ese es el perfil de los políticos tanto próximos a la Gestora como contrarios a ella que luchan actualmente por la supervivencia del PSOE. Y los partidarios de Susana Díaz echan en falta una mayor contundencia en la presidenta andaluza, que diga abiertamente: “Aquí estoy yo, y voy a luchar por la Secretaría General”. Consideran que debió dar el paso en verano, tras el fracaso de Pedro Sánchez en las generales de junio, y que se está perdiendo un tiempo valioso. Javier Fernández tiene la elegancia y ese aire melancólico de algunos veteranos galanes del cine. Y Pedro Sánchez es como aquellos futbolistas que jugaban en la posición de extremo izquierdo y tenían tal velocidad que, en la carrera, se dejaban el balón atrás. Unos y otros tratan de recomponer al PSOE desde posiciones contrapuestas y enfrentadas. Puede pasar que cuando finalmente se dirijan a los militantes —y a los electores— les ocurra como en aquella extraordinaria obra teatral de Adolfo Marsillach que protagonizaron en los 80 José Sacristán y Concha Velasco, en la que la Velasco replicaba: “Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?”.