Anolamías epigenéticas

13 ene 2017 / 10:36 H.

Me estoy volviendo lista. Como últimamente apenas veo programas de la tele —por no meterme en la vida de la gente—, me he enviciado con los documentales porque con ellos de fondo, puedes hacer perfectamente dos o tres cosas a la vez: leer poesía confesional americana, ver incluso otros documentales de Netflix en el ordenador y dormir siestas épicas. Precisamente, el otro día estaba yo inmersa en una de esas tres cosas, cuando me despertó el sonido oclusivo de una palabra preciosa: epigenética. Sin necesidad de mirar siquiera al televisor, presté atención y me enteré (ya digo que me estoy volviendo lista) de que la epigenética es el estudio de modificaciones en la expresión de genes que no obedecen a una alteración de la secuencia del ADN. Por ejemplo, una abeja será reina u obrera dependiendo de que durante su primera etapa se alimente de jalea real, o bien de cera y polen como el resto de las mortales abejas. También se sabe que los pesticidas pueden crear anomalías epigenéticas que son heredables durante varias generaciones, lo mismo que puede trasmitirse a otras generaciones el estrés traumático. Arduos estudios científicos han demostrado que la exposición durante la infancia a estrés crónico producido por las carencias y el espanto de las confrontaciones bélicas, será trasmitido a los hijos e incluso nietos de esos ‘niños de la guerra’, que verán determinado su comportamiento con depresiones, miedos e incluso con problemas de obesidad. Lo bueno de esos estados epigenéticos es que no son muy estables. Sólo se transmiten unas cuantas generaciones y no millones de generaciones. Por eso, gracias a esa inestabilidad epigenética, el pasado 5 de enero, dos jóvenes concursantes de un programa de televisión fueron incapaces de adivinar un acontecimiento histórico con las siguientes pistas que el presentador iba dando cada cinco segundos: “Conflicto social, político y bélico”, “Sucedió en el siglo XX”, “La Pasionaria”, “Hubo un alzamiento”, “Inspiró el ‘Guernica’ de Picasso” y así hasta diez. Yo no lo vi porque no veo programas de la tele, sólo documentales, pero las redes sociales ardieron, la actuación se hizo viral y todo el mundo criticaba a esos pobres muchachos que no tenían culpa de nada, porque la culpa es de la epigenética y de la Ley Mordaza. Seguramente esos dos concursantes no sean los únicos de su generación que no sepan nada de la Guerra Civil Española, o del mismísimo almirante Carrero Blanco. A los jóvenes que están creciendo junto a la ‘Ley Mordaza’, se les ha comprimido tanto la Historia, que ésta ya ha dejado de existir. Muchos personajes, como el mencionado Carrero Blanco, son desconocidos porque hay que tener mucho cuidado cuando se hable de ellos. Si no que se lo pregunten a Cassandra V., como se hace llamar esta murciana que rechaza revelar más datos sobre su identidad. La joven hizo bromas sobre él y ahora la Fiscalía de la Audiencia Nacional va a pedir a esa estudiante de 21 años, dos años y medio de cárcel, tres de libertad vigilada y ocho y medio de inhabilitación absoluta, por publicar 13 mensajes en Twitter. En mi época, sin embargo, yo sí sabía quien era Carrero Blanco por pura anomalía epigenética y también porque Tip y Coll publicaron algunos chistes sobre él, como aquel que decía: “De todos mis ascensos, el último fue el más rápido”. Por eso, como yo sí entro dentro de la generación modificable epigenéticamente por aquel conflicto social, político y bélico sucedido en el siglo XX que inspiró el ‘Guernica’ de Picasso, nada más enterarme del drama de Cassandra V, me dispuse a leer un discurso del presidente de la Segunda República, Manuel Azaña, que pronunció dos años después del comienzo de la Guerra Civil Española. Se trata de un bello alegato que derrama un mensaje de reconciliación para las futuras generaciones. Y con palabras dedicadas a esas generaciones futuras termina el discurso diciendo: ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad y Perdón. (aplausos).