Apagones

07 dic 2017 / 09:34 H.

El hombre, a pesar de los increíbles inventos que empujaron al progreso de los ciudadanos, no ha encontrado aún la fórmula para controlar y dominar el reloj de la vida. Las agujas de este reloj marchan inexorables, marcando el destino ineludible de los humanos. No importa nada de lo que hagamos ni otras circunstancias. Cuando las luces de Navidad están llenando de alegría las ciudades y los corazones, no se puede evitar que se produzcan dolorosos apagones que llenan de dolor a las familias. La pérdida de un familiar o un buen amigo es siempre dolorosa, pero nunca llega a marcar tanto como cuando estas ausencias definitivas de un ser querido se producen en este tiempo navideño. Un hiriente clavo negro que queda grabado en la memoria con más fuerza, por eso, porque es trágico que la luz de una vida se apague cuando las luces de Navidad brillan por todas partes.

El pasado fin de semana falleció en Baeza un hombre, un artista, por el que sentía admiración, afecto y mucho agradecimiento. Antonio Moreno Corbellas era una excelente persona, cuya humanidad, sencillez y modestia estaban muy por encima de sus grandes virtudes como pintor. Le conocí hace casi 30 años, cuando me llamó para que mencionara en esta sección una exposición que él presentaba. Hicimos una buena amistad. Antonio me demostró su bondad y generosidad al insistirme en pintarme a mí y, poco después, a mi esposa. Él vivía en su Baeza natal, pero sus obras viajaban por todas partes, figurando en exposiciones en las que despertaban interés y admiración.

Cuando Antonio Moreno encontró y confirmó su personalidad como artista, hizo de los tonos azules su bandera. Solía visitarme cuando venía a Jaén. En otras ocasiones, nos comunicábamos a través del teléfono. Fue mediante una de estas llamadas cuando su esposa, Agustina, me dijo que Antonio estaba enfermo. Se puso él al teléfono, pero ya no me conocía. Alguna vez hablé con su hijo Antonio José, buen pintor también. El último que me dio noticia de este buen amigo fue el pintor Pepe Cózar, que me confirmó que Antonio estaba ingresado en una residencia. Y, después, el Diario JAÉN publicó su muerte. Ahora miro con tristeza los retratos que él nos hizo y que presiden el salón de mi casa, dos de las cientos de huellas, profundas e inolvidables, que él fue dejando a su paso por este mundo.