Aquí no se puede

31 dic 2015 / 12:21 H.

Hoy las calles de la ciudad están llenas de las caras que tanto echamos de menos. En cada esquina, un “¿Qué tal todo? ¡Cuánto tiempo!”, el abrazo —”emocionado. / ¡Qué más da! Emocionado... Emocionado...” que diría Vallejo— y la historia: “pues nada, en México, con ganas de volver” o “en Berlín desde hace un par de años. Lo he pasado mal, pero parece que ahora empiezo a levantar cabeza” o “en Madrid, nena, es que aquí no se puede”. Todos regresan a casa unos días, pocos días —cada vez son más los que regresan, cada vez son más los que se van— y se vuelven a marchar y la ciudad se vuelve a quedar vacía: llena de distancia, falta de las caras que tanto echamos de menos, llena de huecos, falta de sus proyectos y su trabajo, llena de abandono, falta de sus manos y sus grandes ideas. Por unos días, pocos días, las calles bullen, la ciudad está preñada y parece que algo va a ocurrir —se imaginan si dejara de ser un reptil tumbado al sol—, pero es solo espejismo, se marchan —¿por qué se marchan?—. «Nena, es que aquí no se puede».