De otros mundos, todos más oscuros que el nuestro

04 jun 2017 / 11:57 H.

Hay una ambientación para jugar al rol (sí lo de esgrimir una katana y asesinar a tu familia con ella) que me fascina desde que en mi inconformista adolescencia cayera en mis manos: la de Mundo de Tinieblas. En ella se reescribe la historia humana bajo un punto de vista gótico, donde la humanidad es conocedora de su breve existencia, y punk, pues no existe equilibro bien-mal, sino que está claramente decantada hacia el mal. O lo que viene a ser lo mismo, nihilista. No tenemos, Dios, pues, al igual que la magia fue tomada por la religión, a ésta, la mató la ciencia; y, su lugar ha sido tomado por el Diablo, el Mal, el Yang, el Karma... En cada cultura tiene un nombre. En esta ambientación decadente y de horror personal, vampiros, lupinos, fantasmas, demonios y otros seres mágicos, compiten por la superioridad, a la par que, entre bambalinas, tejen el destino de los desdichados que aún están en la Caverna, los pobres, digo los humanos.

En mi caso fue Vampiro: la Mascarada el que me hizo tomar parte del conflicto eterno entre seres sobrenaturales en los que uno no es más que un simple peón. Siendo esta temática una reinterpretación de la tragedia griega en la que el destino es una fuerza omnipotente e inevitable, en la que a lo más que puede aspirar el individuo es a sobrevivir. El juego se divide en partidos políticos, digo clanes, con diferencias sustanciales en el supuesto contenido, pero con la más que evidente similitud en las formas. Una vez elegida nuestra afiliación, lo siguiente será marcar, en la hoja de personaje nuestras capacidades físicas, mentales y sociales así como los distintos conocimientos que hayamos adquirido a lo largo de nuestra vida, lo que viene a ser nuestro Currículum Vitae. Todo esto nos dará un campo de acción para luchar por los intereses de nuestro clan: la amigable pero intensa charla de bar, el formal y petulante debate en las comidas de empresa o el pesado y monótono adoctrinamiento en las cenas familiares. Se me olvidaba, también podemos elegir un nombre y una procedencia para nuestro vampiro, pero da igual, lo que importa no es quiénes somos si no a quién servimos. Et, voilá! Ya podemos jugar a ser vampilíticos.

En un mundo oscuro, en el que no existe el blanco, se nos presenta una gama de colores “no tan oscuros”, el gran legado sofista al hombre del siglo XXI: la escala de grises. De este modo, comparando todo con la oscuridad absoluta, ni Franco fue un dictador, en comparación con Hitler, claro; ni Juan Carlos de Borbón fue un déspota, equiparado con cualquier absolutista anterior a él; ni por supuestísimo, el PP es una mafia, confrontada con la idea de las películas de Ford Coppola, en las que hay un cabeza de familia que dirige todo y asigna cargos de poder a gente que le es fiel y leal, aunque igual habría que preguntarle por su musa.

En mi caso, yo lo tengo claro, puesto a elegir bando, el fanatismo católico de los Lasombra, es mi llave de entrada al Mundo de Tinieblas. Pero claro, esto es sólo un juego de rol, nuestro mundo es más colorido, benévolo y comprensivo; y, ni mucho menos, está gobernado por pequeños grupos de corte familiar que, tras el telón, se disputan el poder en las diferentes regiones. ¡Qué cosas tengo! El rol te deja atontado, voy a buscar por internet la espada del capitán Nathan Algren...