Asuntos de otra galaxia

23 dic 2017 / 11:37 H.

El niño de Bruselas lo ha vuelto a hacer. No me refiero al Manneken Pis —la traviesa y feliz criatura que orina alegremente y a dos manos sobre el cuenco de la fuente en la capital belga— sino a nuestro paisano y también gamberrete Puigdemont. Tras el 21-D vuelve a estar hasta en la sopa, en forma de tropezón, y roba protagonismo al mismísimo Gordo de la Lotería y no se descarta que cruce la frontera disfrazado de Rey- republicano mago. No ganó las elecciones, pero su impostura tiene premio y no menor. Capitaliza toda la ola fervorosa de independentismo y sigue con su matraca de president en el exilio y ahora, además, aunque escueza, con titulares internacionales en los que no hay hueco para Ciudadanos y sí para la mayoría secesionista. Este proceso de enajenación mental —difícil conjeturar si transitoria o no— que vive la parroquia independentista no tiene freno. Pueblos más grandes y más pequeños que el catalán también se sumieron en esas veleidades históricas con tormentosos finales, pero nada importa cuando el sentimiento desequilibra la balanza mental. Eso sí, a pesar de esta España gris y antidemocrática, los resultados electorales los dan por buenos y en su próximo gobierno tendrán que decidir si tirarse de nuevo al monte o pelear por ganar un número de adeptos suficientes para plantear ante España y Europa un definitivo y reglado adiós, auf wiedersehen. La unilateralidad solo da para unos cuantos billetes para Bruselas y una salida a la francesa, pero no es precisamente la mesura la que primó en las decisiones de los últimos meses de gobierno en la Generalitat. Lecciones, de igual forma, tienen que extraer el Gobierno del PP, pero también un PSOE con una política veleta, sobre esta tormenta perfecta que se alentó por acción y omisión. Condenados y hastiados como estamos a sufrir las exigencias cíclicas y egoístas de las nacionalidades históricas, alzo mi mano para proponerme como la próxima perra Laica, una vez que el honorable Trump anunció que enviará una misión tripulada a la Luna y otra a Marte, esta última espero que sin retorno.

El tranvía está pactado que eche a andar en 2018 y por mucho que se calienten los motores políticos, parece que, en esta ocasión, no griparán. Al lubricante político de la Junta hay que añadirle el pacto con Ciudadanos y, no menos importante, que sin tranvía no hay paraíso de peatonalización. El proyecto de ciudad de Javier Márquez tiene al tranvía como principal protagonista y los comerciantes del centro también son conscientes de que sin él y con las restricciones lógicas de la peatonalización lo tienen complicado. Esta semana, el lado oscuro de la fuerza del PP, según el socialista Francisco Reyes, puso piedras en el camino con aquello de que el patrocinio económico propuesto por la Diputación Provincial restaba oportunidades publicitarias para el tranvía... De esta forma, y según la analogía con la Guerra de las Galaxias, Miguel Contreras se situaría en ese grupo de integrantes del equipo de Gobierno del PP que torpedearán cualquier intento de reflotar la nave. Y es aquí donde confluyen dos tramas en un solo personaje. Fernández de Moya en el papel del villano Darth Vader, con una extensa prole de hijos políticos que mantienen, supuestamente inamovibles, los dictados del padre, aunque este ausente. Así, Jaén Adelante, grupúsculo popular que mantiene las espadas en todo lo alto contra el actual presidente del PP, Juan Diego Requena, apunta también al secretario de Estado de Hacienda que se multiplica en tramas y subtramas políticas. Una saga a la que no le falta producción, otra cosa es que la película merezca la pena.