Ataques en manada

28 ene 2017 / 11:31 H.

Habitan en el refugio del seudónimo o al calor de la masa. Pero ya sea al amparo del teclado o de la grada requieren de un ecosistema propicio para crecer. Agazapados y juntos se sienten más fuertes, porque les protege la manada. Esta semana hemos tenido sobradas muestras de este comportamiento animal, caníbal. Son rancios de pensamiento, obra y tienen muchas omisiones, sobre todo, intelectuales. Un tuit del cantante Miguel Bosé de despedida tras la muerte de su sobrina, la modelo y cantante Bimba Bosé, concitó feroces críticas. “Buen viaje Bimba, mi cómplice, mi compañera, mi amor, mi hija querida. Guíame”.

Una afrenta a no sabemos qué tipo de ortodoxia atrajo a los deseosos de sangre virtual. Unos desenfundaron la pluma por el laicismo del mensaje, como si a estas alturas el personal no pudiera hacer con sus creencias lo que le salga del credo. Otros, que siempre guardan agazapados su oportunidad de ataque, pensaron que era el momento idóneo para arremeter contra la sexualidad del cantante, ajustar viejas cuentas pendientes. Era el momento de atacar al bujarrón y lo hicieron estableciendo orden en el caos de su mala conciencia. Se podrían resumir sus doctos mensajes en que la enfermedad terminal de la artista obedecía a un castigo divino, como si el que reparte las cartas tuviera reservado un final nada feliz para los que se apartan de las buenas costumbres y convierten su vida en una divertida Sodoma y Gomorra. Algunas de las barbaridades son irreproducibles, solo aptas para determinados muros lamentables. Muchos de estos desahogos de graderío, de pensamiento corto de 140 caracteres, no son delito, pero son repugnantes. Pero los desagües acaban conectados y, así por ejemplo, algunos de quienes criticaban a Antonio Burgos por su desafortunado tuit (“Buen viaje ¿dónde? Vaya con el laicismo de moda del “donde quiera que esté”) acabaron casi pidiendo que se lapidara al periodista en la plaza pública. La mesura cotiza a la baja en el cuadrilátero tuitero, no es tendencia. Se critican comentarios y se incurren en similares pecados, aunque en Twitter no haya, de momento, un averno sin pajarito para castigar a los deslenguados.

Cambiamos de redes, pero también encontramos perfiles chuscos. La juez de línea Soraya Leiva, una joven de 23 años, denunció que en la pasada jornada en un partido de fútbol entre el Torredelcampo y el CD Vilches sufrió graves insultos machistas. Lindezas a pie de grada que quedan, en la mayoría de las ocasiones, impunes porque la tolerancia, mal que pese, es alta. Como si con la entrada, a falta de puro, te permitieran verter toda la bilis acumulada a lo largo de la semana. En el caso que nos ocupa, su condición de mujer fue suficiente motivo para que una mal entendida testosterona se subiera a la cabeza. Pésimo encuentro. Desde el sindicato de árbitros se pide parar los partidos para acabar con estas agresiones verbales. Cualquier iniciativa para que insultos, mofas racistas, cánticos misóginos formen parte del espectáculo. La polémica y el revuelo, después de recoger el árbitro en el acta los insultos, cogió a Soraya en el tajo de aceituna y con la firme convicción de que seguirá haciendo lo que más le gusta: arbitrar en un campo de fútbol. Así, sin achantarse y con valentía para seguir en la banda. Y para acabar con buen sabor de boca esta columna que se acaba, entre dedicarle unas líneas a ese chamán de la política que es Mariano Rajoy, capaz de acertar cuando llueve y cuando baja el precio de la luz, prefiero dedicárselas al reciente “Cocinero Revelación 2017” de Madrid Fusión, Jesús Moral, ahí lo tienen desde el negocio familiar “La Taberna de Miguel”, de Bailén, haciendo cocina de altos vuelos. Desde aquí y sobradamente preparado. Restauradores que le precedieron en este galardón tienen hoy estrellas Michelin. “Bon appétit”.