Bandidos y bergantes

30 oct 2016 / 10:26 H.

Viendo desfilar todos los días los “carotas” requeridos por la Audiencia Nacional y observando sus cínicos comportamientos resulta difícil encontrar el adjetivo adecuado para ellos. Podría pensarse en utilizar alguno de los calificativos con los que preferentistas e indignados les obsequian pero, sin embargo, no consideramos que “ladrones” y “chorizos”, etc. los definan con toda su amplitud. A los ladrones los imitan en el hecho de robar al prójimo y, al igual que sucedía en tiempos de Alí Baba, en la semejanza de sus guaridas o cuevas, similares a las que han desempeñado hasta hoy las sedes de algunos partidos políticos o instituciones bancarias. Con los “chorizos” porque el porte exterior de los que han metido la “mano” en la caja es diferente y no aparentan que lo son. Si intentamos encontrar en los vocablos “bandidos” o “bandoleros” el calificativo, que pudiera definirlos, se encuentran semejanzas pero también diferencias como la que los facinerosos de antaño solían robar a los ricos y después repartían con los pobres, al contrario que los mangantes actuales, que sin “trabuco”, roban a los pobres para hacerse ricos. Además frente a los apodos característicos como “el tempranillo”, “Curro Jiménez”, los “siete niños de Écija” o “el pernales”, los alias de hoy serían “el cajón de Madrid”, “el campanillero”, “el esportillao de palacio” o “el grana y oro”... Todos ellos militan en las cuadrillas de Don Vito o del gran Bacin. Eso sí utilizan las Sierras de modo diferente: bandidos y bandoleros para refugiarse y eludir a la Justicia, mientras los corruptos actuales edifican mansiones para poder lucir mejor, acompañados de compañeros y “peponas” de buen ver. Afortunadamente nos asiste, en nuestra búsqueda, el Diccionario de la Lengua Española, en el que en un apodo muy “cervantino” encontramos el calificativo justo: el de bergantes, que define mejor a los que realizan el conjunto de actividades desarrolladas por los que nos han estafado, timado y robado; el amplio grupo procedente, en su mayoría, de buenas y ricas familias o clanes. Este adjetivo, que se sustantiva, recoge todas las acepciones que les caracterizan y que no son otras que las de personas granujas, sinvergüenzas, faltos de escrúpulos y de honradez, delincuentes y bribones. Pero no crean que el banquillo de los del sindicato “la vida o la bolsa” está repleto. Han quedado fuera “aforados” y admiradores de los esperpentos mal intencionados que reclaman su oportunidad, puesto que aún quedan despojos para unos cuantos. Como decía mi abuela: ¡Que Dios nos coja confesados!