Caínes
y más

16 nov 2018 / 11:42 H.

En este país de cainescos no hay freno para ser diana de un mal verbo. ¿Qué tipo de sensación percibe el envidioso-a cuando obra como tal? La química es crucial en la formación de nuestro ADN, la mezcla de sustancias que generan comportamientos que marcan la trayectoria de una manera de ser desafortunada y dañina a veces, marcan relaciones humanas con incomprensibles y turbias actuaciones de celos. Los caínes y más, no conocen fronteras, se infiltran en todo tipo de crónicas incluso traspasan los lazos de sangre que nos agravian a diario para suplir esa falta de seguridad e indignidad que les acompañan de por vida. Parece ser que lo único que frena la maledicencia es que “nos toquen el bolsillo”, pues hablar no cuesta dinero y hablar mal de alguien lleva el “plus” de la satisfacción para el ente envidioso de ultrajar el objetivo determinado, no por querer tener lo que tiene, sino por evitar que esa persona mancillada sea feliz. La envidia debería tratarse como una enfermedad patológica, alimentar químicamente las carencias en la personalidad y conducir esas destructoras conductas a direcciones positivas, de esa manera este país estaría más limpio y libre de esa demoledora energía.