Cambio
de clima

22 nov 2017 / 08:46 H.

Nos lo vienen anunciando desde hace tiempo. Parecía una profecía cuyo cumplimiento en diferido nos permitía vivir como cigarras antes del invierno. Y sin embargo lo tenemos aquí, manifestándose en la forma que más duele en un territorio asediado por sequías que ya no son cíclicas, sino permanentes predicciones que se hacen realidad. La sed de nuestros campos suena ya a maldición bíblica, insalvable por mucha expiación de pecados o procesiones que salgan de las iglesias para convocar a la lluvia anhelada. Posiblemente hemos llegado a un punto de no retorno en la destrucción de la naturaleza. Posiblemente algún día lloverá y se llenarán, momentáneamente, los pantanos que hoy solo respiran lodo por sus venas. Entonces volveremos a ejercer de hormigas indiferentes a la demolición sistemática de nuestro entorno. Volveremos a pensar que el cambio climático es un relato más con el que un grupo de chiflados científicos y exaltados ecologistas nos intentan dar miedo, con tal de refrenar una insaciable humanidad que no ve más allá de sus narices. Las mismas narices que tenemos que taparnos para evitar el veneno de una contaminación que nunca ha sido un cuento chino. Deberíamos pensar sin falta en las generaciones futuras.