Cinismo de eficiencia

14 abr 2018 / 10:36 H.

La verdad se evita a menudo porque resulta fea y desagradable. Así comienza el texto de una de “Las 48 leyes del poder”, que Robert Greene presentó a finales del siglo pasado. Basado en los escritos que los mejores estrategas del juego del poder de los últimos tres mil años nos dejaron, este auténtico manual sobre las artes del engaño, la seducción y la manipulación, es también la triste suma de la constante duplicidad de la conciencia. Por un lado todos los desórdenes del alma, por el otro la necesidad elemental de supervivencia. Por un lado el recorrido ascendente de una flecha, por el otro el fino hilo del horizonte por donde sale el sol todas las mañanas. Hasta el más mínimo momento forma parte de una respiración. Pero para el poder no hay nada natural, no hay principios ni reglas fijas; solo hay hechos y circunstancias. Para el poder no hay bien y mal, sólo hay beneficios y caridad. El protocolo siempre es el mismo, no importan ni edad ni tiempo, el sol es lo único que sigue siendo cierto. Por un lado todo debe parecer civilizado, decente, democrático y justo; por el otro nada es lo que parece.