Competencia desleal

27 oct 2018 / 11:44 H.

“Se puede tener una visión trágica y además reírte, no creo que esté reñido. Sartre y esa gente harían sus bromas ¿no?”

Santiago Ydáñez, pintor de Puente Génave. Premio BMW de Pintura.

Es la tiranía del momento. Solo vale la última palabra, lo anterior es agua pasada. El consejero de Fomento, Felipe López, no oculta el berrinche ante la última jugada del Ayuntamiento de Jaén. Con el acuerdo de la primavera pasada parecía todo atado en cuanto al tranvía, pero en Jaén los nudos y los acuerdos son débiles, volátiles. El tapete estaba despejado, pero Javier Márquez quiso probar una última ronda al trile por si la Junta de Andalucía se despistaba y trincaba algo más, es decir, mejoraba el trato para las cuentas municipales. Después de tanta negociación y fotografías, el tren sigue descarriado. De vuelta a la confusión entre los costes de inversión y los gastos de la propia explotación, a los terrenos ponzoñosos de la política, pero con el agravante del tiempo discurrido y el penoso estado de las instalaciones que están a la vista del ciudadano. No pronunciaba, hasta el momento, palabra el alcalde que delegaba en el concejal de Hacienda, Manuel Bonilla, el peso de buscar atajos en la negociación. La dilación en poner en marcha el sistema tranviario le valió al equipo de Gobierno del PP mejorar las condiciones económicas del acuerdo. Mas todo tiene un límite, y perseverar en la táctica del autobús ya no le vale ni a Simeone, es un decir. Una vez que se comprometieron plazos y se sellaron acuerdos no queda elegante marear la perdiz. No hay Ciudadanos que acepte ya el trampantojo del acuerdo. Cita Felipe López a Sartre, en tribuna abierta, que “el compromiso es un acto, no una palabra” y que, hasta ahora, el del Ayuntamiento lo están buscando debajo de la moqueta verde del tranvía. Ante la opinión acusadora del consejero, el alcalde mueve ficha para comunicar, de manera “pimpinesca”, que el dolido es él, apuntando a la Junta de Andalucía de ser la culpable de hacer trizas el presunto acuerdo. Y entre tanto ruido, y en una mueca del destino que nada puede tener de fortuita... llega el último invitado a subir a un tranvía parado, que no levanta deseo alguno en una población que vislumbra su futuro en patinete. Suena música de fanfarria y aparece en la ajada moqueta verde la empresa Autobuses Castillo para darle salsón al tema: Denuncia el carácter metropolitano de la criatura ante el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Se logra la cuadratura del círculo. Si, en su día, bajo mandato judicial, la empresa logró parar las pruebas del tranvía por competencia desleal, ahora, sin que esté en marcha ya amenaza su retorno. Maquiavélica vuelta de tuerca, la táctica del autobús.

Pero olvidarse de lo dicho, aunque se presentara a la opinión pública de forma vehemente, es pecado común. Sin ir más lejos, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, reniega de su palabra, se contradice en cuanto a lo que consideró una “rebelión” en toda regla del Gobierno de la Generalitat en aquella república que duró un suspiro. Curioso episodio histórico e histérico que de seguir su proceso de deconstrucción mental dirán que no fue tal, sin ápice de asalto alguno al ordenamiento jurídico. Todo fue un sueño, como el final de Los Serrano o lo que es peor, invento periodístico. Sus circunstancias, las del presidente, han cambiado y con ellas su discurso, pero hace solo un año de aquel subidón ultranacionalista. El ejercicio diario de olvidar para sobrevivir es legítimo, todos lo hacemos, pero seamos conscientes de la trampa. Serán los jueces del Supremo los que tendrán que dictaminar, en función de nuestras leyes, y al margen del contexto. Nos hacemos competencia desleal. Mientras tanto, lo más serio, quizá sea reírse.