Con las manos en la pasta

13 may 2017 / 11:18 H.

Hierve por los cuatro costados la piel de toro que se supone es la patria. Rompen en llamas los hilos de sus costuras, los nudos de sus ramas, las siembras de sus semillas y el vasto imperio de sus varetas. Arde por inhalación de gases corruptos la leña cortada de este árbol torcido. Se hace fuego lo que a puñal caliente grabaron en las arrugas de su corteza, y en ascuas duerme ahora el tronco que abrió camino por esa yaga. Cerca de hacerse ceniza están la honestidad y la vergüenza de sus más señalados defensores. Cuanto más te quiere más lejos lleva sus caudales. Cuanto más cerca del poder están, más largos tienen los dedos. Se hizo humo la sombra que los cubría y los han trincado con el carrito de helados envueltos en sus banderas. Dicen que era cuestión de tiempo, y casi cuarenta años después, parece que siguen metiendo la mano como cuando gobernaba Franco. Españoles de todos los lados empiezan a perder la ceguera. Menos patria chica o grande, menos honorables del tres por cien y menos intromisión a la justicia. Que no todos somos iguales y nos importan un carajo las madres patrias, si no cuidan de sus hijos.