Con w de vecería

21 ene 2017 / 11:27 H.

Decía mi abuelo, que no quería campañas con mucha producción en los olivos, pues anunciaban escasez para el siguiente año. “Pan para hoy, hambre para mañana”. Riqueza efímera que agota el árbol para la siguiente primavera. Aquella caprichosa circunstancia, no era exclusiva de un pasado de cuadrillas con mulos, grandes mantones remendados, hombres con varas pimpolleras, mujeres con rodilleras, espuertas de esparto y traviesos niños en las cribas. El moderno olivar de hoy día, aún con riego de goteo, vibradoras, buggies con paraguas, ruidosas sopladoras, y quads 4x4, no consigue inmunizarse de esta eventualidad, que ahora llamamos vecería. A una campaña de gran producción, le precede una escasa, y así sucesivamente. La línea de producción va dibujando una “V”, que año tras año, se convierte en “W”. El aforo de aceite de oliva anunciado en octubre para la campaña actual en la provincia de Jaén, nos invitaba a pensar que podríamos escapar de esta tendencia de subidas y bajadas, previendo una cosecha de 542.000 toneladas, tan sólo un 2,5% superior a la anterior. Cifras muy parejas, que invitaban a pensar que por fin nos estabilizábamos en una media del medio millón de toneladas. Recordemos que la cosecha 2014-15 fue escasa con 230.000, y la anterior de record con 775.000, y esta a su vez proseguía al peor año con 170.000 toneladas. Sin embargo, las expectativas no se cumplen y este año, parece que hay menos aceite del estimado. A 31 de diciembre, un 32% de lo previsto. A circunstancias biológicas del propio árbol, se le une el estrés hídrico en el secano, donde el agua llegó demasiado tarde, cuando el árbol ya le quedaba poco aceite que producir, tras un verano muy seco. Es cierto que existe retraso, y que la campaña se alargará en el invierno. El enlace, era minúsculo, y el mejor indicador de que no sobra aceite son los propios precios que marca actualmente un mercado que anda perturbado. Esta característica de “W” que sigue padeciendo el sector del aceite de oliva, condiciona mucho su forma de vida, provocando una actitud de conservadurismo, basada en la incertidumbre de no saber cómo van a ir las próximas campañas. Realizar inversiones basadas en el apalancamiento financiero de bajos tipo de interés, es una auténtica aventura que roza la imprudencia, de ahí que la economía de Jaén, se mueve de forma paralela a los kilogramos de aceituna que se molturan. De quedarnos en casa, a ser la provincia con más matriculaciones. El sector, necesita aprender una lección de productividad, que permita alcanzar cotas de rentabilidad en las explotaciones, a pesar de los vaivenes en la producción y precio. Una vez conquistado el capítulo de la calidad, quedando atrás ser el santo reino del aceite lampante, toca ahora el de la productividad en las explotaciones agrícolas. Profesionales del sector agrario, han de ayudar a los productores a concebir su explotación como una empresa, invirtiendo en ella lo necesario para atajar los males que nos acechan. No es secreto que otros países empiezan a explotar latifundios, en manos de fondos de inversión, que acabarán por reducir el coste la producción de buenos aceites, llegando a competir con nuestro protegido producto en calidad y precio. Esta y otras características llevan a que, una vez más, Jaén, se distancie del resto de Andalucía, según el reciente informe de Analísticas Económicos. El crecimiento en este bosque de árboles enraizados, llamado Jaén, es del 2,5%, frente al 3,3% de una Almería de semillas transgénicas en lana de roca. Una cosecha más, suben los depósitos financieros un 7,5% y bajan los créditos. A mucho viento, poca vela. Por si acaso.