Confío en el deseo de...

03 jul 2018 / 08:15 H.

Que cuando amemos lo hagamos con claridad y concisión. Que nada ni nadie haga peligrar los derechos de personas íntegras que no desean vivir bajo el cobijo de un frondoso árbol. Que lo femenino y lo masculino confluyan en un símbolo de paz inteligible y sin riesgos. Que el orden natural de las cosas sea un calco especial del funcionamiento normal de las relaciones humanas. Que vivamos en una sociedad que requiera valores de conducta y responsabilidad por los actos propios, para que los jóvenes sobrevivan a los índices de paro y los buenos alumnos a los malos profesores. Que todo lo bueno sea para siempre y que las trabas para enriquecerse ilícitamente nunca alcancen la categoría de tentación. Que el “trending topic” del momento tenga la gentileza de no concederle el protagonismo a las palabras de los que hablan mucho sin decir nada. Que la tendencia en las redes sociales tenga la amabilidad de utilizar frases claves como esa que advierte de que los que miran, tienen que ver y los que oyen, tienen que escuchar. Confío en el deseo de que nadie detenga mi mano cuando escriba lo que haya de decir, porque lo que yo manifieste será importante para mí y también lo será para ti, lector. Procede con moderación, medita, pregunta, investiga, colabora y aférrate en el momento en que lo desees a los aspectos de la vida que más te motiven, pero sin cruzar la delgada línea roja. Confío en cumplir con un proyecto de vida sistemático, que precise de reglas que yo mismo he aprobado. Desde este instante y como siempre, la predilección de mis acciones se inclina por la palabra de calidad que prestigia el sentido de lo que se dice. Confío ciegamente en apoyar cualquier palabra que pronuncie, para que cada una de ellas, esté de acuerdo con la esencia de las cosas. Y deseo, que una vez divulgadas, se sometan al escrutinio de los demás y al regocijo de quien las pronunció. Confío en el deseo de no figurar en las antípodas de una expresión literaria que parezca que está a punto de decir algo desde la más profunda de las inculturas. Concluyo con la curiosidad, mi predilecta, se cotiza al alza, es saludable y nos mantiene jóvenes siempre que no caigamos en la charla insustancial e intranscendente. Estarás de acuerdo conmigo lector en que a diario hay que ponderar las cosas como se merecen y que no se puede dejar escapar la posibilidad de manifestarnos frente a la mediocre moral circundante. No resulta difícil de entender, siempre que se sepa percibir el tono tristón y burlón que sostiene a esta sociedad. Efectivamente la percepción de hoy puede ahorrarnos el día de mañana llorar por no haber denunciado el carácter burlón que nos deprimía. Hay cosas que habitualmente son ignoradas y está claro que una acción noble no ocupa el lugar que le corresponde, es su descargo habría que defender e impedir que se combine con una acción dolosa a cargo de representantes profesionales en los que ni creemos ni confiamos, pues se burlan sistemáticamente de códigos éticos y normativas elaboradas por ellos. Todo tiene arreglo si se saben conservar los rasgos distintivos de una sociedad que tendría que cuidarse de transmitir lo mejor de ella misma. Y la recompensa, a mi juicio, llegará junto al placer de contar historias auténticas que evoquen el alma de los anhelos y los sentimientos que transmiten...