Corrupción y memoria

18 mar 2016 / 09:20 H.

El fascismo español —aún muy extendido en España—, con su líder de características sobrehumanas, procedentes de la gracia de Dios, su nacionalismo radical, sus toques racistas, su ideología totalitaria que mediatizaba desde la lengua de los españoles hasta su concepción del sexo, promovido por una doctrina tan reaccionaria desde el Estado y la Iglesia Católica —que formaba parte de ese Estado—, ese fascismo y esa ideología que no se la creían ni los dirigentes de aquel Estado, de aquella dictadura fascista —y no solo autoritaria—, nos dejó en herencia muchas de las características de aquel régimen y de su ideología totalitaria. Parece increíble que aún estén presentes muchos de sus elementos en la cultura hegemónica de España y en el aparato del Estado. Ahora, tenemos a los sucesores de aquella serie de dirigentes corruptos hasta la médula, oportunistas que hicieron carrera y fortuna en aquella dictadura en la que Estado y burguesía se mezclaban en un maridaje basado en la corrupción. Sobra decir que el fascismo español siempre ha desdeñado la idea y la realidad democrática. Y sobra decir que la corrupción es incompatible con la democracia. No me extraña, en contra del pensamiento dominante, que la corrupción esté más extendida entre los partidos conservadores y liberales. La relación de estos partidos de derechas con los poderes económicos y financieros viene de largo, pues su existencia se debe y está basada en la defensa de los intereses de estos poderes. No me extraña que quieran desacreditar no solo a los corruptos, sino también, intrínsecamente, a las instituciones representativas con su eslogan de que todos los políticos son iguales. Tampoco podemos dejar de denunciar el flaco favor que le han hecho a la democracia ciertos dirigentes de izquierdas con su complicidad con los grupos financieros y de los grandes empresarios. Esos matrimonios entre las cúpulas públicas y privadas, esa corrupción ha entrado más tarde, cierto, pero ha sido una bofetada al movimiento obrero. La esperanza y la diferencia es que ahora algunos sí terminan ante el juez.