Cuando la tristeza cae en el olvido

18 feb 2019 / 18:04 H.

Ayer, como cada día volví a casa, y al pasar por debajo de su ventana, como cada día, estaba sentado en el mismo sofá, con la misma ropa, y con la misma luz blanca. Observaba atentamente, como si mirara el televisor, con ese semblante aburrido y cansado, de no querer mirar o no entender absolutamente nada de las cosas que pasan en este mundo; curiosamente es un aparato de esos que ni siquiera mis hijos han conocido nunca, con una enorme mochila cargada de años, que desprendía unas tonalidades que no podría decir si eran en color o un amarillento blanco y negro. Siempre me ronda la misma idea, un hombre que ha luchado por vivir dignamente sus merecidos años, acompañado de una forzada soledad, unos hijos a los que ha tenido que despedir en busca de un porvenir y una compañera de vida a la que el destino se llevó, qué aprendizaje tiene que dar la vida para conformarte con ser mero espectador de ella. Como cada día observo discretamente y pienso que creemos que nuestro mañana va a ser igual que nuestro hoy, pero nadie está en posesión de ese gran secreto. Si seguimos permitiendo tantas falsedades, tantas injusticias y tanto engaño, mañana seremos nosotros los que acompañados de la tristeza caigamos en el olvido.