De la
vaca al toro

31 may 2017 / 11:38 H.

Tengo una fotografía, regalada en mi jubilación por Diario JAÉN, en la que estoy con mi yerno Carlos, Alfredo Margarito y Andrés Orellana a dos metros del toro “Pepe” de Orellana Perdiz. Fue criado con biberones. Era manso, inofensivo. Ahora, y parecida es la historia de la vaca “Margarita”, no quieren que la lleven al matadero y quieren tenerla como mascota de compañía, aunque tiene sus inconvenientes. Es imposible montarla en el ascensor o buscarle una habitación en el piso, pues este es más estrecho que un silbido. La acción de la adopción es humana y tierna e inocente como la mirada de un niño. La protección de los animales es propia de países civilizados y no de cafres que tanto abundan en este mundo tan loco como una cabra comiendo papeles en la puerta de un colegio. Sin embargo, yo adoptaría a un niño comido de moscas, con la panza como un tambor porque lo que se dice un potito o un biberón hace tiempo que no se los ha echado en la boca. ¿Acaso un niño no es una enternecedora compañía?