Delicias de verano

13 ago 2017 / 10:51 H.

La llegada del periodo estival se nos anuncia como una ventana abierta al jardín de las delicias, un espacio constituido de placeres renovados, regocijos y descansos merecidos. Pero como todo en esta vida, la relatividad acaba imperando, dependiendo de las distintas situaciones, factores y circunstancias. Para comenzar, no todos pueden escapar del advenimiento del “buen tiempo”, porque la verdad, no acabo de entender las bondades de soportar temperaturas de más de treinta grados a la sombra, porque si esto fuera loable, en las calderas de Pepe Botero se debe de estar en la mismísima gloria. Y como quería apuntar: muchos, pero muchos, más de los que aparecen en las televisiones, tienen la posibilidad de sustraerse a las caricias del maravilloso estío. Si no hay parné, no te puedes plantear una huida, y si tienes lo preciso para ir tirando, y la enorme suerte de poseer un aparato de aire acondicionado, (después de algunos años ahorrando) tendrás que moderar su utilización, pues la factura de la luz puede a llegar a ser lacerante, y después ya se sabe, que llega septiembre con el colegio de los niños. Sin embargo, no hay que ser derrotistas en exceso, nos podemos permitir algunos pequeños lujos, como mandar a los chiquillos una vez a la semana a la piscina municipal, aceptar la noble invitación de algún pariente o vecino (por supuesto sin abusar) de remojarnos los cueros en la charca de su propiedad, poner un colchón ligeramente humedecido a la vera del ventilador, sentarse con estudiado reposo en la tina, si la hubiera, o en su carencia en el barreño, hasta que se te arruguen como uvas pasas todas las extremidades del cuerpo, o hasta que al agua le crezcan algas, zapateros y peces cabezones; y si a pesar de todo estos recursos nos fallan, siempre nos quedará el botijo con paño mojado, el abanico y el sótano, si lo hubiese.

Otros elementos importantes a tener en cuenta y que componen la sinfonía estival, pertenecen casi exclusivamente al factor humano. Nos encontramos en un primer momento con las tensiones y controversias propias que se generan en el ámbito laboral debidas al síndrome pre-vacacional, y eso contando con que tenga usted la fortuna de trabajar, porque si no, para que discutir, después vendrán las inquietudes y desasosiegos en encontrar la ideal ubicación para vacacionar, acto seguido usted se encontrará en un embotellamiento o en alguna interminable cola de estación o aeropuerto, y una vez alcanzado su destino se hallará usted internamente abarrotado de seres humanos y algo cansado del verano.