Desde el fondo de la pista

20 ago 2016 / 10:00 H.

Ados velocidades camina España, la olímpica con brío, orgullo y decoro incluso en la derrota, y la política con el piloto automático puesto desde hace meses. Un inmovilismo recurrente que retrata a los participantes, como si estuvieran desfondados, felices en sus marcas de mínimos. La indolencia de cubrir el expediente. Ciudadanos decidió mover pieza, tener iniciativa política, aunque sea negando posiciones anteriores y agita el escenario para una investidura fallida o no, no se pueden descartar abstenciones hoy imposibles. En la estructura piramidal del PP (orgánica) no hay fraude, Mariano Rajoy está en la cúspide y no se cuestiona su liderazgo “low cost”, de temporada. Los demás están para cerrar filas y loar al líder cuando se pueda. Felices y ditirámbicos. De tarde en tarde, algún verso suelto se permite romper el relato monocorde con alguna frase obvia pero que desde dentro alcanza valor. “El PP ha perdido la impronta de la honradez”, sentencia Borja Sémper, portavoz del PP en el País Vasco, en una entrevista a “El País”. Esta verdad absoluta es relativa, no obstante, cuando se detenta el poder. El manual dicta no cortar cabezas, a lo sumo dejar que el compañero la pierda por sí solo. En esto también Rajoy sienta cátedra. El pacto “blaqueante” de Albert Rivera con el PP pretende así distanciarse lo máximo posible (entrar a un gobierno de coalición ni se plantea) de la corrupción que salpica como una gran ola hasta la sede popular. Pero las condiciones impuestas son en boca de Rajoy el punto de salida de una negociación. El realismo mágico del presidente deja al escritor gallego Álvaro Cunqueiro en nivel principiante. No solo es capaz de arrimar el ascua a su sardina, sino que tuerce la realidad para producir espetos políticos de consumo rápido. Receta Rajoy.

También en la costa andaluza, pero en la almeriense, es deseable que Pedro Sánchez haya encontrado la esencia política o gastronómica del asunto. Quizá si ha degustado una buena “marraná de pulpo” entenderá que hay platos que, a priori, no llaman la atención, cuyo nombre no ayuda, pero que hay que probar, porque tienen fundamento. Ese que busca desesperadamente para no caer en el ostracismo no solo de la izquierda, sino de su propio partido. Sin plan de vuelvo es difícil llevar la iniciativa y mucho menos contar con el apoyo de barones y baronesa. Aquí el liderazgo sí se discute. Así las cosas, Rajoy aumenta la presión y pone fecha para otro posible descalabro electoral. El 25 de diciembre sería el día previsto para alumbrar una nueva “victoria” popular. “Hola soy Mariano, Feliz Navidad”. Otra aburrida maratón política que nos puede servir, de nuevo, un plato que por esta tierra nos gusta con pasión: remojón. Necesaria mezcla de sabores para llevar a la mesa.

Pero la actualidad también nos brinda buenos ejemplos para esos “ninis”, veinteañeros entre 20-24 años que ni estudian ni trabajan y que España “produce” por encima de la media europea. Nadal es esa referencia deportiva que agiganta su leyenda deportiva más allá de las pistas. Acostumbrados a sus glorias por tierra, hierba y cemento; todavía destaca aun más en las derrotas. Su paliza olímpica para conseguir el oro en dobles e intentar medalla en individuales es una página más de su clase, pundonor y saber crecerse ante la adversidad. Qué bien pierde Nadal. Una figura deportiva en la que pueden mirarse esa legión de “ninis”, jóvenes de entre 20 y 24 años que ni estudian ni trabajan, y que España produce por encima de la media europea. Ellos como la deportista andaluza Natalia Marín pueden tenerlo como espejo. Una nueva generación de jóvenes bien preparados, dispuestos a competir donde sea y que, además, son valientes para proclamar, como la jugadora onubense, que van a luchar por el oro.