Desde el otero

16 dic 2016 / 12:18 H.

Es posible que el calificativo más apropiado para definir la sociedad actual a lo largo y ancho del mundo que consideramos como civilizado sea el de iconoclasta, porque hoy en día se rechazan de plano las más elementales normas de convivencia, no se aceptan modelos de comportamiento hasta ahora considerados adecuados y correctos y se menosprecia el valor de la experiencia y la autoridad de aquellos que eran considerados maestros o al menos personajes de referencia. Una gran parte de la generación actual que por razones estrictamente biológicas está llamada a tomar las riendas de la sociedad en los años venideros tiene una visión absolutamente negativa del conjunto de reglas, convenciones sociales, leyes instituidas y formas de actuar que se ajustan a la ética tradicional, a la normalidad de lo cotidiano y a los sentimientos e ideas predecibles. Es posible afirmar sin ninguna duda que todo aquello que es importante y necesario para mantener la convivencia y la manera de entender las relaciones sociales, la economía, las instituciones, la cultura, los sentimientos, las creencias e incluso la vida misma es carca, retrógrado y clasista para ellos. En suma cualquier barrera que implique someterse a lo pactado e instituido por las generaciones precedentes debe ser derribada y sustituida por algo nuevo y sin esencia tangible por el momento, algo infalible que está todavía por definir e incluso imaginar. Según los iluminados que tienen la verdad en sus manos y la facilidad de ser estrellas rutilantes en el universo de las redes sociales, esa tarea generadora de ideas y vías de actuación que lleven a esta sociedad hacia el futuro es propiedad absoluta del pueblo que hablará de manera libre e infalible sin que ninguna atadura con el pasado les suponga cortapisa ni dique de contención. La verdad absoluta se expresará de forma natural, eso sí, siguiendo las doctrinas y excentricidades de los oráculos mediáticos que sin rigor alguno expresan dogmas con menos de ciento cuarenta caracteres y distribuyen consignas por medio de la imagen. La negación del valor del pasado, la filosofía de la necedad, y el desprecio a lo construido con el esfuerzo de los antepasados ha llegado a tal extremo que el simplismo de las arengas populistas está en trance de acabar con los cimientos en los que se asienta la sociedad. Esa sociedad que ha sido descerebrada a conciencia, usando todos los medios posibles para adormecer la conciencia crítica. Como consecuencia, el populismo ha surgido como una nube tóxica que brota sin cesar en todos los países, los ídolos racistas, xenófobos, fascistas, intransigentes, excluyentes, nacionalistas, dictatoriales en suma, han llegado para quedarse, dominar el mundo y conducirnos a una sociedad sumisa. Ejemplos de ello hay por doquier, no hay nada más que ver el auge que tienen en países que hasta ahora son modelos de democracia y prosperidad, cómo votación tras votación alcanzan cotas cada vez más preocupantes de poder, incluso alcanzan el poder en algún país, sin que los medios de comunicación ni las encuestas hayan sido capaces de acertar y menos aún impedir que avancen. Hay que constatar que el día 8 de noviembre del presente año de alguna manera se ha producido un hito de proporciones apocalípticas en la historia de la Humanidad. Los analistas políticos no han sido capaces de predecir ni de explicar lo sucedido, pero lo que resulta inamovible es que Donald Trump ha sido elegido presidente de la más antigua y grande democracia de este planeta. Este resultado indica claramente que se ha producido un cambio de paradigma, que lo establecido ya no sirve y que los votantes actúan de forma diferente a lo que hasta ahora se presuponía. Se inicia una época que como mínimo hay que definir como no usual, incierta, no se sabe hacia dónde puede caminar un personaje como él, y por tanto no se puede predecir cómo va a ser el futuro de todos. Para bien o para mal, es una lección de humildad para todos aquellos que pontifican en los medios y no han pasado de ser aprendices de lo cotidiano, pero sobre todo es una realidad que hemos de asumir y respetar.