Desde la atalaya

05 nov 2017 / 11:33 H.

Los graves acontecimientos que estamos contemplando desde que se inició el angustiado, triste y peligroso caso de la cuestión catalana, han despertado tal grado de inquietud e interés entre todos los españoles, que los medios y espacios radiofónicos, televisivos y prensa escrita les han dedicado y le siguen dedicando amplia y especial atención por su trascendencia e impacto en la sociedad española. A nadie le son indiferentes las imágenes de actuaciones y protagonistas que se han difundido por todo el mundo. Han sido muchas de ellas dignas de figurar en portadas y primeras páginas de los principales diarios del Planeta. Entre las sesiones del Parlament, retransmitidas, las innumerables tertulias y entrevistas por los actores de este monumental disparate, hay unas imágenes del autor principal de este desaguisado sobre las que debemos reflexionar por haber sido el manipulador y causante originario Artur Mas. Este peligroso individuo, heredero bendecido y preparado por la familia Pujolista, tuvo como misión principal continuar y reafirmar un catalanismo, enemigo acérrimo de todo lo español, encaminado a dos objetivos principalmente: el llegar a la independencia de Cataluña y el tapar los enjuagues y manejos de un clan, insaciable de dinero y poder, perpetuándolo en el tiempo. Durante los 40 años del gobierno de Pujol, logró desviar la atención de los indicadores de lo que se estaba fraguando en el seno de la sociedad catalana: educación que alejaba a las futuras generaciones del sentirse españoles y extorsiones al más puro estilo mafioso para hacerse con el dinero de todos en beneficio de unos pocos.

La famosa entrevista entre Rajoy y Mas obedecía a la necesidad de recuperar a las exhaustas y agotadas arcas catalanas para poder así cubrir las apariencias ante los ciudadanos y dar continuidad a la política del 3 o 5% que era la comisión de los gestores corruptos. La negativa de Rajoy desató las iras de Mas y anticipó el proceso independentista. Su habilidad política le ha hecho pasar a un segundo plano y poder contemplar, desde el palco en el Parlament, cómo sus aventajados discípulos, manejados como si fueran marionetas, han estado a punto de consumar el hecho irreparable de la división entre los catalanes. Los esperpénticos episodios del sí pero no, del baile de los bastones, de los creyentes de buena fe que lloraban y se abrazaban, la “tocata” y fuga de Puigdemont el Breve y sus últimas declaraciones pasaran a la Historia de España y Cataluña como la mayor ridiculez de todos los tiempos. Por una vez Europa ha estado de acuerdo en que “España es diferente”.