Desnudos por encargo

03 feb 2018 / 11:16 H.

La nieve corona Jabalcuz y el PP sigue su travesía siberiana. Como las populares muñecas rusas es difícil cuantificar cuántas “matrioshkas” o sensibilidades encierra ahora mismo el partido en su interior. El puzle pepero hace bueno el dogma comunista y preputin —con un golpe de vodka o sin él— que apunta que una persona es un partido; dos, un partido y una corriente; y tres, un partido, una corriente y una escisión. En eso trabajan desde hace tiempo y con fe estalinista han logrado purgar la disidencia y desconcertar a la parroquia. Antes serían “perfectos desconocidos”, pero vivían moderadamente felices con sus infidelidades de aparato, ahora, tras la última cena, y con los malditos grupos de whatsapp, el “pifostio” es real y muy de Álex de la Iglesia. Miguel Moreno y Enrique Puñal rubricaron esta semana su disidencia y dejaron de ser diputados del PP. No le llamen crisis, ni mucho menos ruptura, sino “disminución de los miembros del grupo”, en feliz pirueta semántica del coordinador del PP, Miguel Contreras. Matemáticas puras, sin poesía. O una costosa partida de ajedrez en la que se sacrifica a los alfiles sin beneficio de juego aparente. Y, mientras, el secretario de Estado de Hacienda, Fernández de Moya, en el brete de tener que contestar, una rueda de prensa sí y la siguiente también, con gesto crispado, que él no tiene nada que ver con el despelote que vive su partido. Cosas de lidiar con la actualidad, que en la misma faena tienes que hablar de la reducción de peonadas y de la pérdida de peones en tu partido. Y eso que juras que no mataste a Manolete.

El alcalde de Jaén, Javier Márquez, mientras tanto, amaga, pega, retrocede en la misma semana. Se mueve por el ring político con unos movimientos desconcertantes para los no iniciados. El martes estaba en “el lado oscuro de la fuerza” y enarbolaba las diligencias previas del Tribunal de Cuentas para aclarar tres dudas concretas sobre una investigación de la UJA, el cambio de sede de la Policía Local y un expediente de contratación no suficientemente acreditado. Un gancho directo con el que dar, por enésima vez, por rotas unas negociaciones que acaban con la paciencia de los ciudadanos. Pero merced a un viaje redentor a Sevilla y a un “cambio” en la actitud de la Junta, hace otro escorzo y ve el acuerdo del tranvía más cerca. Saber con qué alto cargo de la Junta se reunió es una cuestión de fe. El regidor pelea por el reconocimiento de una deuda que quiere pactada y por escrito, pero convendría una negociación más cicatera en los gestos. Con tantos alardes, corre el riesgo de marear a unos ciudadanos desengañados. Los votantes pueden aplicar la navaja de Ockham electoral por aquello de que la explicación más sencilla es, con toda probabilidad, la correcta. Son más de siete años en los que la ciudadanía ha depurado ese principio de parsimonia y padecido que no había voluntad alguna de ponerlo en marcha.

Mientras la CUP ejercía su anarquismo con coderas y posaba en un Parlament vacío, Puigdemont se marcaba un “Candy Crush Secesionista” para mayor gloria del programa de Ana Rosa Quintana, en una de esas primicias azarosas y felices. Hundido en su habitación de hotel, se sinceró por el móvil con el compañero de batalla para decir que “touché” que Moncloa ganaba y que los suyos le habían vendido, quizá con las mismas 155 monedas de plata en las que tasó Rufián la república de cinco segundos que proclamó el expresident.

El algoritmo pudoroso de Instagram,

Facebook y otras lindes censura los desnudos y creaciones de Juan Francisco Casas (ese pintor del boli bic). El resto de basura que nos asalta cada día es, sin embargo, contenido patrocinado.