Donar, la acción más generosa

05 jun 2016 / 10:25 H.

Quince hígados, trece riñones, seis pulmones, tres páncreas y tres válvulas cardíacas, once córneas y sesenta y dos tejidos óseos. Corresponden a las dieciocho donaciones de órganos y tejidos realizadas en 2015 en Jaén, diecisiete en el Complejo Hospitalario y una en Linares. Mientras que los trasplantes que se realizaron en los hospitales públicos jiennenses son de quince córneas y de doce médulas óseas. Donar órganos, tejidos, sangre... es el mayor gesto de solidaridad que puede hacerse. Porque al hacerlo donamos vida. A la vez que contribuimos a que la medicina y la ciencia, en general, puedan avanzar. Por obvio que parezca, es necesario insistir en ese concepto: la vida, porque sin ese infinito gesto de generosidad que se produce cuando se acaba la vida de una persona, otra no podría tener un mínimo de esperanza en el futuro más inmediato.

Los datos anteriores son de 2015. En lo que llevamos del presente año la donación de órganos y tejidos asciende a siete. Siete donantes, siete familias que en un acción de máximo amor al prójimo, en medio de su dolor, han beneficiado a diecisiete pacientes a los que se les han trasplantado siete riñones, tres hígados, dos pulmones, cuatro córneas y una válvula cardíaca y tejido óseo. Los centros hospitalarios de la capital han trasplantado en 2016 tres médulas óseas y cinco córneas. Estos son datos que facilitó la semana pasada la Junta de Andalucía, cuando se homenajeó a los donantes y a sus familiares en el llamado “Jardín de la Solidaridad”, ubicado en los jardines del Neurotraumatológico. Pero más allá de los números, más allá del tipo de órgano en sí, está esa o esas personas que, en uno de los peores momentos de su vida, como es la muerte de un familiar cercano, son capaces de albergar tanta generosidad.

A menudo es, precisamente en esos instantes donde el tiempo parece que se detiene para siempre por culpa del intenso dolor, cuando somos capaces de dar lo mejor del ser humano. Solo quien alguna vez ha pasado por semejante trance, puede entender el cúmulo de sentimientos encontrados a la hora de tomar la decisión.

El homenaje de la semana pasada a todos esos donantes anónimos consistió en plantar un árbol por cada uno del año pasado. Dieciocho nuevos árboles, que darán sus frutos, que darán su sombra, que lucirán de esta o aquella manera y color. Dieciocho donaciones, algunas múltiples, que están dando calidad de vida y vida, literalmente, a personas que se batían en la incertidumbre y, en muchos casos, en la desesperanza. No hay homenaje posible para agradecer este tipo de actos. Así lo pensaba mientras leía la noticia que al respecto publicó este diario. Por eso, cualquier muestra pública de agradecimiento suma, para que el homenaje que sabe a poco, sea mayor.