Dudas de autor

12 may 2017 / 10:16 H.

Esta mañana he comenzado a pensar en la posibilidad de escribir un artículo diferente en cuanto a fondo y forma de todos los que he publicado hasta el momento, y de inmediato me ha asaltado la duda de si sería capaz de encontrar un asunto lo bastante bueno para conseguir hacerlo y dejar satisfechos a todos los lectores y sobre todo a mi mayor censor que suele ser mi conciencia crítica. He recordado aquellos versos de Lope que comenzaban así: Un soneto me manda hacer Violante que en mi vida me he visto en tal aprieto... y he pensado y quizás sea cierto que unas cuantas ideas en cuatro frases enjaretadas con orden y concierto, han de concluir que sea bastante.

El tema tampoco importa demasiado, si se ha de recurrir a la política, el asunto está mucho más que estercolado y huele a podrido que apesta por todos los costados, así que mejor dejarlo de lado y buscar por otros derroteros, pues ya estamos todos de acuerdo en que esto no tiene más solución que la acción de la justicia y la cárcel más tarde o más temprano. De la gestión de lo público, de los problemas de los ciudadanos y del bienestar social habrá que olvidarse por el momento. Como podéis ver estamos casi a la mitad del artículo y no parece tarea difícil seguir otro cauce y comenzar a hablar sobre algo mucho más interesante, como sin duda es la cuestión de la convivencia en la sociedad rural cuando se producen discrepancias de fondo entre los guardianes de la ortodoxia y los iconoclastas. Hablo de esto porque quizás ya han sido muchos años de silencio y está llegando el momento de escribir sobre hechos que acaecieron en un pueblo cuando un escritor novel publicó una obra que no fue del todo del agrado de la casta dominante. Algún día habrá que rebuscar en el desván y sacar a la luz historias que se produjeron y noticias que se publicaron hace ya más de veinte años, pero me queda aún la duda de si he de ser yo quien ha de volver a tratar ese enojoso asunto que cambió las relaciones sociales y la vida de ese pueblo para siempre, o bien continuar esperando que el tiempo ponga a cada uno en su lugar. Quizás algún lector curioso pueda encontrar el hilo que desenrede el ovillo de esta historia lacerante e inacabada. La injusticia suele ser duradera y la vergüenza y el deshonor de algunos permanece, sin que nadie haya sido capaz de encontrar un camino de concordia ni de dar la menor satisfacción a quien aún sufre y fue más que perjudicado. Como en toda obra, la tramoya permanece y los actores van haciendo mutis y desapareciendo poco a poco.

Pero bien está lo que bien parece, y estamos entrando en harina ya en la parte final de este artículo todavía inconcluso pero de suficiente enjundia o al menos así lo creo, lo que nos lleva a tratar del tema en el que todos podemos estar de acuerdo, y es en lo mucho bueno y agradable que hay por ver y degustar en esta nuestra tierra, tan injustamente tratada y abandonada por los gobiernos desde tiempo inmemorial. Por citar un ejemplo que todos conocéis y que por ser tan repetido año tras año no solemos valorar, en estos días de mayo solo hay que salir al campo para ver los olivos floridos y disfrutar de la belleza de nuestra tierra y nuestro pan venidero en forma de aceite. Pan y aceite, ese coscurro bien pringado que en nuestros recuerdos infantiles está presente entre juego y juego en las calles del pueblo, esa merienda de la gente sencilla que es todo un manjar hoy en día en los mejores restaurantes, donde se ha extendido la hermosa costumbre de ofrecer un excelente aceite virgen extra y un buen pan recién horneado para saborearlo a modo de aperitivo con el que acompañar un trago mientras nos sirven la comida, que en este caso podrían ser un buen guiso de habas enzapatadas porque ya están más que bien granadas en esta época, así que guisadas con chocos al estilo de Huelva nos vendrían bien para hermanarnos con esa tierra tan andaluza como la nuestra. Otro día os daré la receta. Y aquí nos quedamos ya a la hora de la siesta, que como diría Lope, este curioso artículo se va acabando y hay que ponerle punto final pues nada más tengo por añadir. Ahora solo cabe esperar vuestra benevolencia, según sospecho.