El Alcázar de Úbeda

19 jul 2017 / 11:20 H.

Aprovechando el respiro que nos dio el calor en los primeros días del mes, y los festejos del Renacimiento en conmemoración de su nombramiento como Patrimonio de la Humanidad, que este año han sido un éxito, paseé por uno de esos lugares de mayor encanto, para mí, en Úbeda: la zona al sur de Santa María de los Reales Alcázares. Estaba más concurrido de gente y menos de coches que otras veces cuando mi soledad contempla con deleite, desde ese maravilloso mirador, el valle del Guadalquivir que se pierde en un circo de olivos con su graderío de sierras, mientras resuenan en mi cabeza los griteríos de los niños que poblaban el colegio que queda a mi espalda. Ahí sigue en pie, hoy convertido en viviendas sociales, cual verdadero Alcázar, como siempre se le ha llamado, aunque lo bautizaran como Grupo escolar General Saro que conserva flamante.

Las banderas cedieron su sitio a la ropa tendida, y sus patios, donde antes correteaban los niños, después fueron el recreo de gallinas, gatos y hasta algún cerdo, más en sincronía con el entorno adaptado para el festejo que, con sus tiendas medievales y su guarnición militar, daba verdadero aspecto de la alcazaba que en otro tiempo pudo ser.

En ese paseo volví a considerar lo que tantas otras veces: que era un espacio muy mal aprovechado de Úbeda, que esas familias que hoy habitan el colegio podrían ser reubicadas en otras viviendas dignas; que los vehículos que allí estacionan se podrían trasladar a otro aparcamiento seguro que habría que habilitar por la zona de miradores —otra necesidad que la parte más turística de Úbeda está pidiendo a gritos—, para hacer del colegio un centro cultural de mayor aprovechamiento en un enclave privilegiado del que Úbeda pudiera sentirse orgullosa, con su arbolado y bancos desde los que relajarse del recorrido turístico mirando al valle. No obstante, en esa tendencia mía al relativismo, me da por pensar que, viendo otras remodelaciones poco afortunadas de espacios emblemáticos de Úbeda, tal vez sea mejor dejarlo como está para seguir gozando egoístamente de la soledad de las eras del Alcázar.