El curioso caso de los botellines

Anuncia la multinacional Heineken que recupera los botellines de “El Alcázar”, lo cual a la alicaída Jaén le ha desbordado su autoestima >> Qué cosas, que los empresarios que la embotellaban dejaron de embotellarla en 2015 >> Las cosas inauditas de Jaén

03 feb 2019 / 11:40 H.

Hace ya tanto tiempo que no se recuerda o, más bien, recordamos lo que nos interesa, pero el caso fue como sigue: Una multinacional de cervezas compra “El Alcázar” con su flamante planta de La Imora y el Tribunal de Defensa de la Competencia de España dice ‘adelante’ a la venta pero con una condición, que se desprenda de la marca de botellines que tanto bien nos ha hecho a la autoestima y al estómago. Se inicia entonces la travesía del desierto para la etiqueta verde de “El Alcázar”, que sin respaldo de una multinacional y en manos de unos empresarios que la compraron la encontrabas, con dificultad, pero la encontrabas. Hasta ahí la información, el curioso caso de los botellines y las litronas es que pese a tenerlos no los comprábamos, pero lo anhelábamos. Casi como Furnieles, que cerró por lo que cerró... O el “Zurito”. Las cosas de Jaén.

Son las cosas de Jaén, que las echamos de menos cuando no las tenemos, pero, mecachis en el mar de olivos, que resulta que mismamente las dejamos morir delante de las narices sin nada que hacer. A especialistas en lamento de lo que ya no tiene remedio no hay quien nos gane, y ejemplos los hay muy sonoros, además de los relatados, como el del Cervantes, un teatro glorioso, de una época clave en la ciudad que la fiebre del ladrillo del tardofranquismo se llevó por delante. Así lo describía un cronista de entonces, el inolvidable Vicente Oya, periodista de Diario JAÉN durante décadas: “La orden de demolición llegó en 1972 ante la pasividad oficial, la indiferencia de muchos y la impotencia de todos”. Ahora que hiela el frío de febrero de finales de la segunda década del siglo XXI, un vendaval de autoestima corre por la ciudad de Jaén porque la multinacional Heineken anuncia que reflota la marca, caducados los problemas de competencia y, conste, porque los anteriores propietarios dejaron de envasarla en 2015, no por otra cosa que porque no se vendía o si se vendía no se vendía lo suficiente. Estamos contentos, podemos darnos con un canto en los dientes, ya no vamos a añorar los botellines de “El Alcázar”, a ver lo que nos dura el arrope.