El dolor de la Cruz

25 abr 2016 / 17:00 H.

Las cruces pueden ser grandes o pequeñas, unas son más pesadas, otras más ligeras, de madera, de plástico, de metal pero cruces son. Una línea vertical y otra horizontal que se unen tiene un significado que va más allá de un simple objeto decorativo. Para unos pueden ser la llave que abra la puerta de una esperanza, para otros representan el suplicio y el dolor de una condena; la mayoría son invisibles, no se ven, las portamos dentro, y sólo cada uno en su interior sabe cómo y de qué material están hechas. Ver que la imagen de una cruz, la nuestra, la de todos, esa que vigila suspendida en la oscuridad los olivares, que presagia la vuelta a casa tras un duro viaje, y reseña nuestra identidad, amanezca teñida de tinta, es una ofensa. Qué significaría que un día dañasen la tuya; cómo te sentirías si se riesen de tu cruz con pintadas mal hechas que ridiculizaran el sentimiento de los que la llevamos con orgullo. Si respetas lo que para los demás puede ser importante, empezarás a respetarte a ti mismo.