El economista ausente

28 jun 2017 / 17:00 H.

Las redes sociales son un medio de difusión de la insatisfacción y la inquietud por el grado de contribución de los economistas a realizar propuestas de salida de la crisis. Si navegamos por internet o entramos en Youtube, encontramos blogs, vídeos, artículos, etc. que tratan de vertebrar teorías extravagantes que, expuestas de manera convincente, son asumidas por la opinión pública. Esta economía subterránea va aumentando en adeptos y puede llegar a constituir una seria amenaza. Por ello, redoblo mi convencimiento de la labor pedagógica que deben realizar los economistas en la sociedad, teniendo en cuenta la célebre frase de Joan Robinson: “todos debemos saber Economía, aunque sólo sea para no ser engañados por los economistas y, sobre todo, por quienes no lo son”. No es conveniente olvidar que los ciudadanos le dan mayor importancia y credibilidad a la ciencia que demuestre que puede mejorar la vida y la sociedad. Un periodista del Corriere della Sera escribía, en 1943, que “la verdadera misión del experto es (...) ayudar al público a comprender lo que sucede, las ideas o propuestas que están en el aire o las que se discuten ampliamente”. Y seguía diciendo que el economista hace una aportación valiosa: “muestra que a menudo las ideas que plantean políticos, reformadores y filántropos con las mejores intenciones obtienen resultados opuestos a los que prometían sus postulantes”. ¿Actualmente, eso lo hacen los economistas? Soy muy escéptico. Si se quiere que la sociedad entienda la función del economista, si se quieren hacer visibles, si creen que pertenecen a una disciplina social que debe estar del lado de los ciudadanos, tienen que dar su opinión como colectivo y aumentar su grado de implicación. Muchas son las incógnitas y parece que la población prefiere hoy mayores grados de certidumbre a debatir propuestas de mejora y bienestar en el futuro. No me cansaré de manifestar mi tristeza ante un panorama tan sombrío, como tampoco de acampar en los arrabales de la utopía.