El extraño visitante

26 ago 2017 / 11:17 H.

Aterrizó en un paraje semidesértico y se cobijó bajo la sombra del cartel anunciador de una futura Ciudad de la Justicia. El cuaderno de viaje mostraba sus primeras carencias, allí tenía que estar un centro del mundo ibero o a las malas un parque temático de la Atlántida. Pensó que la inteligencia artificial fallaba tanto o más que los algoritmos humanos. Optó por materializarse con la presencia de Piturda y del condestable Lucas de Iranzo para pasar inadvertido. Los 40 grados a la sombra le recordaban que para no volatilizarse debía ingerir una considerable cantidad de líquido, miró el manual y comprobó una palabra que le mantendría con vida por tiempo ilimitado: pi-pi-rra-na. Durante el trayecto la repitió tres millones de veces para que sonara natural, aunque era consciente de que, si bien el número pi no tenía secretos para él, la pronunciación de esa doble “r” le traía por la calle de la amargura. Frase esta última que los locales utilizaban mucho y que había cazado en un wifi abierto de un parque público en las dos horas que el servicio funcionó en la década de los 90 del siglo pasado. Al andar por una vereda verde barajó la posibilidad de que fuera el turista no sé cuántos y las “fuerzas vivas” le hubieran enmoquetado su llegada. Descartada la fiesta sorpresa, sopesó que fuera un servicio de “chute energético” para los visitantes y se conectó feliz a la alta tensión, en 10 segundos había cargado sus baterías y las de la nave. Notó un breve silencio sepulcral, pero enseguida se retomó ese zumbido de viejos motores que tanto le gustaba. Con ganas de cruzarse ya con algún lugareño, un movimiento velocísimo requirió su atención. Casi imperceptible para su ojo cuántico, cuando por fin se detuvo, comprobó que aquel ser fibroso, con cuerpo de maratoniano, era un experto heráldico en excelente estado de forma. Se presentó como Luis Carrascosa y le ofreció la posibilidad de hacerle un estudio de sus apellidos. Calculó que las combinaciones binarias de sus registros de creación le llevarían al bueno de Luis 10 años, 11 meses, 22 días y más de 7 horas de trabajo ininterrumpido para su árbol genealógico, no obstante adquirió 100 blasones para decoración. Luis, muy agradecido, le dibujó un mapa cabal de la ciudad, que ríete tú de Google Maps, además le detalló las tabernas donde podría domar su acento domótico. Así se empeñó en entrar en la taberna Zurito, a las 4:30, aunque al principio notó al responsable algo reacio, pidió de bebida dos litros de pipirrana y todos los platos que pudiera prepararle “Juanrrrra”. En 15 minutos engulló todo, escribió 20 reseñas laudatorias para toda la galaxia, utilizó 150 palillos de dientes, y se dejó 35 en la comisura de los labios como gesto de agrado por el ágape. Aunque hubo fraternidad entre civilizaciones, el responsable declinó por cuarta vez la intención de tocarle el mostacho para comprobar el material con el que estaba hecho. Ea. Caminó hacia el Museo Ibero, agradecido con el sistema de refresco por goteo que emana de las casas y las botellas diseminadas de agua por algunas esquinas. Detallazo. La modernidad del museo era tal, que no tenía piezas, cada visitante proyectaba sus conocimientos sobre el asunto. Le gustó mucho y puso sus baterías en bajo consumo, aquí le llaman siesta. Descartada la visita al Parque Acuático, comprobó que los mortales respiraban mejor en El Corte Inglés, dio un charipeo por el centro y llenó la zamarra con viandas locales en lo que eran los almacenes El Pósito, las indicaciones no eran lo precisas que se requerían y, finalmente, probó diversos y frescos brebajes. A una parroquiana, con severas convulsiones a ritmo de gozadera, le dijo que él también sabía “mover el esqueleto” y que, de hecho, había pedido al pinchadiscos una pieza del artista local Juanito Valderrama. Cuchi, ni caso. Tras “esnucar” dos kilos de gambas en el Pato Rojo buscó refugio en la bella Catedral, allí rezando se encontró al alcalde Javier Márquez, al que conocía porque había agregado como amigos a todos los habitantes de Jaén. Este le mostró su interés de viajar a otras galaxias. Tomamos nota.