El fin del arte

17 feb 2019 / 11:08 H.

P róximamente, Madrid albergará la 38 edición de la feria de arte contemporáneo más relevante de nuestro país: ARCO. Vuelve a surgir el debate entre los que la defienden como una feria diversa, inclusiva y de calidad, y aquellos que únicamente encuentran en ella un negocio. Con el paso del tiempo, y no solo en el arte, la sociedad se ha empeñado en adquirir bienes posicionales que, más allá de su valor intrínseco, sirven para distinguirnos en función de nuestro estatus. Desde el cubismo, que partía de la simplicidad de los mosaicos clásicos, hasta la pintura del célebre Antoni Tàpies, el arte ha servido para plasmar la condición humana desde la simplicidad y los símbolos que la componen. El Renacimiento español fue heredero del arte italiano, como luego lo sería el Neoclasicismo de su equivalente francés. El arte, a lo largo de la historia, ha evolucionado honestamente respetando sus raíces y aportando desde una técnica depurada, desde el verdadero trabajo artístico. No cesemos de cuestionar su valor, para evitar que sean otros los que lo definan, los que pongan precio a la forma que tenemos de ver la vida, de lograr entendernos.