Antón

09 dic 2016 / 11:37 H.

Sabemos que llega todos los años como el otoño o el invierno y siempre deja mal sabor de boca. “Andalucía, última en ciencias, y penúltima en lectura y matemáticas”, asevera el lapidario titular. De nuevo, los andaluces volvemos a quedarnos a la cola en los resultados del informe PISA, que viene a poner nota al nivel educativo que alcanzan los alumnos. Los resultados son un jarro de agua fría en un ámbito prioritario y clave, piedra angular del desarrollo de nuestra sociedad, como es la educación. Merece un análisis concienzudo el hecho de que los castellano-leoneses alcancen niveles de la mitificada Finlandia, mientras los nuestros suspenden en materias clave. Desconozco al detalle cómo se realiza y si se introducen sesgos a la hora de la elección de los centros educativos que se someten a examen —como apunta la consejera andaluza del ramo—, pero algo no debe estar funcionando bien cuando la situación se repite año tras año. Estamos abonados. Los sindicatos miran a los recortes —que como los meigas, “haberlos haylos”—. Sea como fuere, merece una seria reflexión. Hablamos de futuro.

Son medio centenar de personas que viven la cultura de nuestra ciudad y de nuestra provincia, no como antropólogos profesionales, que también los puede haber, sino como una vocación permanente, una llamada de cada año, en todas y cada una de las fiestas, tradiciones o actos lúdicos sean civiles, militares, gastronómicos, religiosos, deportivos. Los amigos de San Antón se constituyeron como Asociación Cultural allá por los años 70 del pasado siglo, al calor de las lumbres otoñales. Era por noviembre. Escribieron sus estatutos, comenzaron desde cero. Con la ilusión de los jóvenes y la experiencia de la madurez adquirida en cien batallas por la cultura de cada cía. Hoy siguen en la vereda, publicando sencillas, pero profundas crónicas de sus cenas anuales: Las Cenas Jocosas, o de Santa Catalina. El Prioste o coordinador de dicha Asociación y “alma mater” fue y sigue siendo Pedro Casañas Llagostera, hombre paciente y laborioso. Eficaz, con los pies en el suelo, criado a la sombra del camarín de Jesús y de un acueducto romano ya desaparecido.