El habla
de Jaén

17 oct 2018 / 11:18 H.

En estos lares picuales de olivareros altivos, decidme de quién son estos olivos, porque yo no lo sé y, según la leyenda del escudo de Jaén, Noble y Leal ciudad, guarda y defendimiento de los Reinos de Castilla, nos defendemos como Dios nos da entender cuando usamos la sin hueso (lengua) de una forma “sui géneris”, y otros parecido con ella es pura ciencia ficción. Venacapacá, sostrazo (manotazo), insonrible (glotón), juancojones (pusilánime), culillo de mal asiento (que no está fijo en ningún lugar, porque cambia de trabajo o residencia a cada instante), subir parriba y bajar pabajo (redundancia gramatical conocida como pleonasmo), lloviznar (llover), estrébedes (trébedes), lagañas (legañas), lavística (exclamación), fanfurriña (lluvia de poca importancia), rabailla (espina dorsal), ponerse como el Quico (hartarse de comer), sacaliñas (socaliñas), meter la pata hasta el corvejón (equivocarse), pijo (pene), conejo (pubis), mocarras (abundantes mocos), alpiste (vino), y otras miles de palabras más dan forma, fondo y contenido al habla de Jaén, tan nuestra como esos olivos que veo desde mi ventana.