El juicio descarnado de la Red

02 jun 2017 / 11:21 H.

Aunque las redes sociales no tienen una hoja de instrucciones, parece lógico que el sentido común, la educación y las propias leyes marcan los límites de lo que se puede hacer y de lo que no. No hace falta rebuscar demasiado en la Red para encontrar comentarios que van desde el insulto más zafio a la crítica más cruda y desagradable, en un pin pan pun en el que parece que el objetivo es no dejar títere con cabeza a golpe de teclado. Más que comentar u opinar de manera argumentada, se vomita y la experiencia de la lectura deja, al menos en mí, el mismo amargor y la quemazón de la bilis. Se me atragantan las decenas de comentarios machistas, xenófobos y homófobos, el mal gusto y la mala educación, la sinceridad mal entendida que hace daño y hiere, la ridiculización gratuita y la mofa sin gracia. Al igual que todo derecho implica deberes, la libertad de expresión conlleva también límites y saltárselos puede traer consecuencias no esperadas. Desearle la muerte a alguien no es una forma de hablar; celebrar la desgraciada ajena, inhumano. Si mucho de lo que se vuelca en las redes sociales es nuestro reflejo, la imagen que nos devuelve es de verdadero espanto.