El pisito

09 abr 2017 / 10:55 H.

Tras el escándalo producido por la asignación de un piso en Madrid al recién nombrado Director General de Tráfico, propiedad de la Guardia Civil, y del gasto que supone el adecuar la vivienda al gusto del futuro ocupante, unos 58.000 euros (casi 10 millones de las antiguas pesetas), la oposición en el Congreso y la mayor parte de la prensa han puesto el grito en el cielo, pidiéndole responsabilidades al citado Director General y al Ministro de Interior, quedando insatisfechos con las explicaciones que ambos han dado. No es sólo el gasto de la reforma del piso lo que ha escandalizado a muchos ciudadanos sino la asignación de un piso destinado a funcionarios que tienen una larga lista de espera para la ocupación de una vivienda cuya finalidad principal era la compensación económica a causa de la parca remuneración que los guardias civiles perciben en relación con el resto de funcionarios policiales. Los pisos que se construyeron para ellos tenían distintas superficies pensando en las diferentes necesidades familiares. Pues bien, el piso en cuestión que nos ocupa (e iba ocupar, al parecer, el Director General de Tráfico) tenia 140 metros cuadrados. Sin embargo no voy a analizar la veracidad del problema ni los efectos jurídicos más o menos discutibles. Les voy a contar una anécdota presenciada personalmente hace unos años: en una Orden Religiosa, presente en nuestra ciudad, se inició un proceso de deserción ya que algunos de sus miembros colgaron los hábitos y se secularizaron; una noche, tras la cena, el superior del grupo religioso les comunicó al resto de la comunidad de frailes que otro de ellos, con elevado número de años de profesión, les había abandonado; el superior tratando de aminorar el impacto en el resto del grupo religioso, ya que el desertor era muy apreciado, les justificó el abandono por la pérdida de la vocación y porque quería adquirir el estado de casado. A continuación les dijo que consultados los superiores estos quisieron indemnizar al prófugo con un millón de pesetas (entonces no teníamos el euro); un influyente personaje le había buscado trabajo en Madrid y sus padres le compraron un piso en Diego León. Tras estas palabras un murmullo salió del grupo de frailes oyéndose de uno de ellos, el Hermano. B... de casi 70 años de edad y 58 de profesión religiosa, esta frase: ¡así cualquiera! Las numerosas consecuencias y el consiguiente paralelismo con el caso del “pisito” en cuestión los dejo a la sabia deducción de los lectores (por cierto que no hemos mencionado las consiguientes dietas percibidas mientras se arreglaba el piso).