El poder del odio

21 mar 2017 / 17:41 H.

La naturaleza humana es capaz de las más grandes proezas en todos los órdenes de la vida, pero también es inherentemente válida para crear y producir vilezas o hechos despreciables. No debemos sorprendernos de esta incongruencia recurriendo a argumentos fundamentados en la bondad o maldad exclusiva de cada quien. Basta una observación —poco profunda— de la realidad para corroborarlo. La condición fundamental de todo acto vil es el odio, esa pasión humana que desea intencionadamente el mal del otro. No es fácil aceptar esta verdad con toda su crudeza ya que nos remueve no pocos pensamientos contradictorios. Pero todos sabemos de qué estamos hablando: de cómo el odio, una vez instaurado, no se extingue sino que se realimenta; de cómo se perpetúa, incluso entre generaciones. Repele la razón y convierte perversamente, toda palabra o acto en motivo para seguir odiando. En mayor o menor grado, está dentro de nosotros. Pero en algunos más que en otros y es, además, su motor de vida.