El precio del aceite

11 may 2018 / 08:31 H.

Hay un asunto que afecta a la economía de toda la provincia, preocupa sobremanera a todos los estamentos sociales y tiene consecuencias muy importantes para los habitantes de esta tierra que en su mayor parte sobrevive gracias a los rendimientos que obtiene trabajando los campos de olivos. Hablo del posible beneficio que se produce cuando se realiza la venta del aceite de oliva, y digo posible porque en demasiadas ocasiones, el precio en origen de este bien no llega a satisfacer los costes de producción, en especial en aquellos olivares que siguen siendo cultivados en secano y al marco tradicional. Merece una seria reflexión la variación de los precios del aceite de oliva, precios que nunca tienen un marco estable y fluctúan en función de parámetros que no se ajustan a la realidad del mercado, ni suelen ser justos para los productores, quienes además carecen de herramientas para defenderse de la especulación, entre otras razones porque jamás han sabido agruparse y ser solidarios entre ellos para poner en valor su producto.

Se supone que en una economía de mercado, los precios en principio se establecen teniendo en cuenta varios factores que inciden en la valoración del producto en un momento determinado. En el caso del aceite de oliva de cualquier variedad, estos factores, en primer lugar serían los costes medios de producción y luego, la cantidad de aceite disponible para la venta que es la oferta, que se contraponen a las necesidades de los compradores que constituyen la demanda, matizada por el nivel de penetración en el mercado de ese producto y, por último, las previsiones de satisfacer la demanda a corto, medio y largo plazo. El precio medio de producción del aceite depende del tipo de olivar, y puede variar desde 1,40 euros el kilo para explotación de intensivo hasta los 2,10 euros el kilo del cultivo tradicional, que es el modelo más extendido en nuestra provincia. Precios que varían también en función del rendimiento en base a la cantidad de agua disponible según sean las condiciones climatológicas; variable que incide de lleno en las previsiones de poder satisfacer la demanda y, por tanto, en el precio de venta. Todo esto sin hacer distinción en función de la calidad del aceite, ya que por desgracia, no hay demasiada diferencia de precio entre el virgen extra y el lampante; lo que provoca que muchos productores no cuiden la calidad, porque con los parámetros actuales de consumo y precio no compensa producir aceite virgen extra. Esto es un error que se ha de corregir educando a los consumidores.

En teoría esta es la base sobre la que se fijan los precios, pero la realidad es muy distinta porque las grandes empresas distribuidoras manejan el mercado y distorsionan el precio en función de sus intereses comerciales jugando con la debilidad de los productores que van a su aire y, como mucho, se organizan en forma de pequeñas cooperativas que venden en función del precio que marcan los distribuidores; las cuales tienen capacidad de manejar la demanda, almacenando producto cuando los precios son bajos, aunque sigan manteniendo altos los precios que cobran al consumidor. Hay que recordar que las cooperativas y pequeños productores tienen que vender para poder disponer de efectivo para pagar gastos de producción, trojes para almacenar la próxima cosecha y algún dinero para poder vivir.

Hoy en día, el precio del aceite de oliva ha bajado mucho en origen, debido según dicen a las lluvias que han llegado por fin a nuestros campos. La realidad es que mientras los productores ven como el valor de su cosecha es más e un veinticinco por ciento inferior a los precios del año anterior, esa bajada de precio no ha llegado todavía al consumidor y nadie hace nada para remediarlo. Hay mucho nerviosismo entre los productores y demasiada prisa por vender porque algunos, de forma muy interesada, dicen que se espera una buena cosecha la próxima campaña. Esto no tiene demasiado sentido, cuando los olivos no se han repuesto del estrés de la sequía, todavía están en floración y no sabemos si va a cuajar el fruto; el calor que puede venir, el granizo que pueda caer, las plagas que están por llegar y la xylella fastidiosa que acecha como una nube negra en el horizonte.